La nueva directora gerente del FMI, Christine Lagarde, se ha estrenado con unos comentarios sobre la banca europea que han resucitado las dudas sobre el sistema financiero. Decía que hay que recapitalizar las entidades de la UE... ¿Hablaba con el conocimiento propio de alguien que ha estado operando dentro de la fontanería institucional europea?
La reacción inmediata de autoridades como el BCE fue la de negar cualquier percance. Y si a eso añadimos que el mismo FMI augura una nueva recesión, entonces la respuesta instantánea de los mercados está de nuevo en los titulares: las bolsas han vuelto a las caídas libres, con un castigo especialmente duro a los bancos. ¿Qué está sucediendo?
El matrimonio entre los Estados y la banca durante esta crisis ha llegado a un peligroso punto de no retorno. Ante el desplome iniciado en Lehman, los Gobiernos enseguida salieron a respaldar al sistema financiero. Pero ahora son los soberanos los que están pesando sobre una banca que encima sufre una recaída de la economía. Las entidades poseen unas carteras llenas de deuda gubernamental que podrían depararles enormes pérdidas en el caso de que las Administraciones Públicas no puedan pagar, algo ya bastante evidente cuando se habla de Grecia.
¿Hasta dónde pueden llegar los impagos?, se preguntan sobre los parqués. Y al final se ponen en el peor de los supuestos, incluida la ruptura del euro. Como consecuencia, la financiación interbancaria una vez más se congela.
Y precisamente eso se refleja en las elevadas cantidades depositadas en el BCE, pues las entidades prefieren dejar los fondos en la autoridad monetaria antes que arriesgarse a prestarlos. Al mismo tiempo, los Estados se rascan los bolsillos, pero no disponen de más capital en las arcas con el que apuntalar otra vez al sistema financiero. ¿Qué solución podemos dar a las finanzas de este matrimonio?
El presidente del Deutsche Bank explicaba ayer que no se podían contabilizar las carteras de títulos soberanos a precio de mercado porque quebrarían muchos. Josep Ackermann alertó de que la situación era demasiado parecida al pánico de 2008. Así que algunos argumentan que las pérdidas pueden ir provisionándose poco a poco. Piensan que lo más probable es que no se vayan a materializar todas las proyecciones de minusvalías, entre ellas las del FMI, valorándolas en unos 200.000 millones.
Además, el BCE ya aporta la liquidez que pueda precisar el sector. Sin embargo, el problema se ha trasladado a los Estados y cada vez cobra tamaños mayores. El contagio ha tocado París, y Roma aún juguetea con su plan de ajuste. Trichet no podrá suministrar a todos durante todo el tiempo. De ahí que Lagarde haya reclamado una actuación brutal a la americana, entrando directamente en los bancos.
Respecto a España y en la misma línea, ayer Solbes denunciaba que todavía estábamos en la primera reestructuración del sistema financiero y pedía al Banco de España que lo recapitalizase cuanto antes. Y las cifras que arrojaba la CAM le daban toda la razón. En un solo ejercicio, a ésta se le duplicaba su morosidad hasta los 9.000 millones. No hay tiempo que perder.
Había un exceso de deuda que hay que digerir o extirpar. Sólo que a medida que avanza el bulto parece más claro que habrá que ayudarse de un bisturí para solventarlo. Hay que sanear las entidades y luego recapitalizarlas, para lo que podría emplearse el fondo de rescate de la UE. El BCE podría dar una solución temporal garantizando los próximos vencimientos, pero Europa necesita darse cuenta de que este matrimonio no funciona. Su banca sigue enferma y sin obtener el tratamiento necesario.