De nuevo, esta semana nos hemos desayunado con más que pesadas noticias que por más café, leche, zumos o lo que cada uno haya querido ingerir para tragarlas, créanme, aún siguen sin poder ser digeridas?
Los quebrantos comenzaron con el anuncio de un acuerdo en tiempo récord entre PSOE y PP para incluir en la Constitución una norma sobre el equilibrio de las finanzas públicas.
Llama la atención el apresuramiento con el que los partidos mayoritarios han rebozado esta medida, sobre todo teniendo en cuenta que las reformas constitucionales llevan más de una década apolillándose en sus carpetas de "asuntos pendientes". No olvidemos que vienen siendo un clásico en los programas electorales (si la memoria no me falla, para su primera legislatura Zapatero planteó hasta cuatro modificaciones).
Así, estamos ante la plasmación de uno de los cuentos de Calleja: Pedrito y el lobo, pues ahora sí parece verdad que van a cumplir sus promesas: reformar una Constitución intocable, que ha permanecido íntegra durante más de tres décadas, porque consideran ineludible fijar por escrito en nuestra Carta Magna un tope para el déficit y la deuda como si fuera un conjuro mágico que hiciera remitir la crisis y evitar, de facto, que se sigan rebasando los límites de déficit que fijó Maastricht (por lo visto, el haber suscrito una serie de compromisos financieros con la UE no surte el mismo efecto protector para los altibajos de la política económica? y ello a pesar de que Ortega y Gasset diagnosticase que "España es el problema, Europa la solución"? desgraciadamente, los males de nuestro país no se han curado europeizándonos).
Eso sí, la moraleja de este cuento es rocambolesca, pues la inclusión de la disciplina presupuestaria, como todos los grandes remedios, se administrará sin consultar a los potenciales beneficiarios/damnificados, el pueblo, ya que los proyectos de reforma constitucional, según el artículo 167 de la propia Carta Magna, deben ser aprobados por una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras, cifra que suman los dos grupos que han impulsado la enmienda.
Daño a la unidad
Pero moralmente sería más que pertinente, y esto es lo que tenemos que afrontar los españoles de a pie con naturalidad, ¿no? Menos mal que entre las filas políticas este intento de meter en cintura tanto al Estado como a las Comunidades ha despertado disensiones que pueden dañar la imagen de unidad interna de ambos partidos a menos de tres meses de los comicios generales.
De todos modos, hay que dejar muy claro que este cambio no estaba pergeñado con anterioridad, vamos, que no estaba apolillándose en una carpeta, sino que es una novedad más o menos trasplantada de allende los Pirineos (a pesar de algunos precedentes durante el pujolismo en Cataluña, cuando el Gobierno del PP apoyó varios presupuestos del Govern a cambio del compromiso de déficit cero) no sólo porque introduce aspectos de eficacia económica y jurídica en la Ley de Leyes, sino porque se ha anunciado por sorpresa y se va a tramitar de forma exprés; aunque no se ejecutará hasta finales del 2012, y el fin del déficit fiscal al que se pretende exhortar, con una receta balsámica de Fierabrás escrita con literatura legal se cumpla sine die como el resto de los grandes derechos que recoge la Constitución: trabajo, vivienda digna?
Como nunca llueve a gusto de todos, las agencias de medición de riesgos, el presidente del Banco Central Europeo y nuestros vecinos franceses y alemanes, que llevan ahora las riendas del carro de la diosa Fortuna, la misma que ha vuelto la espalda a media eurozona, consideran positivo que se apruebe esta reforma constitucional.
Y no sólo eso, sino que van aún más allá y opinan que habría sido preferible incluir en el articulado constitucional no sólo esa voluntad, sino también el porcentaje máximo de déficit permitido (en este sentido se impuso el criterio de Rubalcaba, quien intervino para dejar las cifras fuera de la Carta Magna, ante el creciente malestar en las filas socialistas y así el límite del 0,4 por ciento del PIB que regirá se establecerá mediante una ley orgánica, con lo que se maximiza el margen de maniobra para que el Gobierno de turno, en situaciones puntuales no tenga las manos atadas? ¡Cómo si la norma se fuera a cumplir!), así como haber concretado mecanismos de sanción en caso de desviación para "reforzar el crédito soberano de España"; es decir, para que la cacareada solvencia del Reino de España sea un poco más creíble en los mercados (que la de Grecia sin ir más lejos), como ha puntualizado la ministra Salgado.
Conocer pros y contras
De este modo, unos y otros nos están tratando de vender la moto para que veamos que todo es para el bien del pueblo, aunque sea sin el pueblo. Esta medida que a las alturas en las que nos encontramos me parece absurda, forzada desde el exterior y ajena a la opinión pública, será a pesar de todo la panacea de los males y garantizará la sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar y el mantenimiento de los derechos sociales, gracias a un principio de estabilidad presupuestaria como ha recalcado la señora Sáenz de Santamaría. Lo que aún está por ver?
Los españoles deberíamos conocer, como mínimo, los pros y los contras del texto de la reforma que van a parir los dos partidos mayoritarios, ya que si el resto de partidos políticos se queja, creo yo que por algo será, ¿no?
De momento, los más cañeros, aparte del 15M, están siendo el señor Mas, que se ha quejado amargamente de esta especie de asalto a la supuesta invulnerabilidad de la Constitución más longeva de la historia de España. Por otro lado, aunque le haya complacido que la norma tenga baja intensidad, porque ello deja un poco más de holgura a la autonomía financiera de la Generalitat; no la votarán porque CiU quiere que Cataluña pueda fijar su propio techo de déficit. La misma postura han adoptado los vascos, que se sintieron ninguneados porque ellos llevan años reivindicando cambios, quizá no tan sustanciales a nivel estatal, pero sí de suma importancia para su comunidad, y nadie les ha hecho el menor caso.
En los próximos días podremos comprobar si todo el tinglado que se está montando tiene resultados y se llega a refrendar popularmente la reforma. Pero aún tendremos que esperar más tiempo, incluso varios años, para comprobar la oportunidad o inoportunidad de esta modificación de la Carta Magna española como Gran Remedio a una Gran Crisis.
Fabián Estapé. Economista.