Opinión

Insolidaridad intergeneracional

La crisis se está cebando en los jóvenes y no sólo en España: según un informe elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de paro mundial de este colectivo fue del 13% en 2009. Pero el caso español es mucho más grave, ya que el nivel de desempleo juvenil triplica la media mundial, al elevarse al 43,5% según datos oficiales, en tanto la tasa de la Unión Europea es en promedio del 24% en el conjunto de los 27. Según el referido informe, de los 620 millones de jóvenes económicamente activos en el mundo entre 15 y 24 años, 81 millones estaban desempleados a finales de 2009, la cifra más alta de la historia.

El caso español es, como se ha dicho singular, y evidentemente se relaciona con nuestro sistema de relaciones laborales, extraordinariamente proteccionista. El coste de despido del trabajador fijo es, sigue siendo después de la reforma laboral, el más alto de Europa, y ello redunda en el elevado desempleo juvenil, en primer lugar, y en la altísima tasa de temporalidad que han de soportar los jóvenes que tienen trabajo. Dicha tasa de temporalidad es del orden del 56% para jóvenes entre 18 y 24 años, más del doble de la media de la OCDE (24,5%) y quince puntos por encima de la UE-15.

En otras palabras, las generaciones instaladas y de mayor edad se resisten a dejar paso a las generaciones emergentes. La elevada cota del coste del despido vincula a aquéllas al puesto de trabajo. Y la escasa innovación impide la colocación de los jóvenes, que tan sólo pueden llegar al mercado abaratando la oferta. El salario de un joven es de media el 40% inferior al de un trabajador adulto.

Pero lo grave del caso es que no existe verdadero interés en remediar las cosas. El Gobierno, a instancias del ministro de Trabajo, se supone que un experto en materia de empleo, ha prolongado hasta los treinta años el contrato de aprendizaje, lo que significa que hasta esta edad los empresarios pueden tratar a sus empleados como aprendices, con un salario testimonial.

Desconsideración hacia los jóvenes

Y el mismo decreto-ley que introduce tan absurda disposición suprime el límite máximo de veinticuatro meses a los contratos temporales encadenados, de forma que pasado este plazo el empleador ya no está obligado a hacer fijo a su trabajador. La excusa de que por este medio se evita que algunos trabajadores más vayan al paro es fútil y absurda.

En general, existe una desconsideración social creciente hacia la juventud, al menos en el terreno de la integración de los jóvenes en la sociedad, una tarea que nos concierne a todos por simple sentido de la responsabilidad. El sistema educativo, que nunca fue gran cosa y que ahora se empieza a resentir de las economías debidas a la crisis, no ha sido interiorizado como el gran instrumento de socialización de las generaciones jóvenes. Y se está produciendo una peligrosa deriva de masas juveniles hacia el detestable "ni-ni", ni estudiar ni trabajar, que no debería tener cabida en una sociedad dinámica, desarrollada y ambiciosa.

Hemos pasado de la efebocracia estética -sólo lo joven tiene cualidades- a la gerontocracia clasista -sólo los mayores tienen pleno derecho a disponer de un rol social bien retribuido- sin solución de continuidad. Y remediar este sinsentido requiere un debate intelectual intenso que ha de trasladarse en cuanto se pueda al territorio político.

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