Industria pesada, comercio, distribución, telecos, motor, construcción. Todos afrontan ajustes de plantilla. El ERE de Telefónica es un claro exponente de cómo las grandes compañías han tratado de aguantar su nómina de trabajadores en España, como les pidió Zapatero, y al final tienen que recurrir a redimensionar. Una segunda ola de despidos podría venir acompañada de una recaída en la recesión.
A los casi cinco millones de parados se sumarán nuevos coletazos en forma ERE que deprimirán el consumo y la propensión inversora de las empresas y que arrastrarán a negocios vinculados.
La réplica se produce porque las heridas no han cerrado o lo han hecho en falso. Los remedios del Gobierno han sido superficiales, dirigidos al síntoma y no a la enfermedad: un mercado laboral incapaz de amoldarse a la coyuntura vía sueldos, horarios, turnos o rotaciones y que lo acaba haciendo siempre a través de despidos.
El Gobierno sólo ha abordado tímidos retoques. Ni la minirreforma laboral, ni la de la negociación colectiva han impulsado la disposición a contratar. Y ahora sólo se plantea mantener como se pueda el empleo precario. Los costes de emplear siguen muy altos. Unidos a la tributación, ahogan la insignificante liquidez a la que pueden aspirar las empresas con un mercado del crédito tan seco. Zapatero ha defraudado al empresariado.
En el último encuentro con su plana mayor en Moncloa pidió su esfuerzo para crear trabajo en España. Pero el Ejecutivo no ha cumplido la contrapartida que pidieron los empresarios, reformas estructurales de calado, y en su lugar les ha dado meros parches que no cambian los esquemas fallidos.