
Alemania está acercándose de nuevo a la recesión. Francia se está viendo envuelta en la crisis de la eurozona. Grecia está próxima a la suspensión de pagos y puede arrastrar con ella a uno o dos bancos. No es que las buenas noticias económicas abunden en Europa justo en estos momentos.
La caída del coronel Gadafi, no obstante, es una noticia que podemos celebrar. De hecho, se abren nuevas y enormes posibilidades de desarrollo para Europa.
Con Gadafi fuera del panorama internacional, podremos ver a los nuevos regímenes instalados en Túnez, Egipto y Libia. Y Siria no debe andar muy lejos. La primavera árabe se está convirtiendo en un otoño árabe con victorias claras para los reformistas.
Estos acontecimientos están posibilitando la apertura de un nuevo y enorme mercado, justo a las puertas de Europa. Dos de estos países son grandes. Todos tienen poblaciones jóvenes. Algunos tienen al menos una gran cantidad de recursos naturales. Y todos ellos tienen profundos vínculos históricos con los principales países europeos, Francia, Italia y Gran Bretaña, en particular.
Los líderes europeos han hecho innumerables cosas mal en los últimos dos años. Pero al intentar expulsar a Gadafi acudiendo en ayuda de los rebeldes, estos líderes tal vez hayan hecho algo bien y recojan los frutos en los próximos años.
Es cierto que aún no se conoce el destino concreto del coronel o de su régimen. Sin embargo, las fuerzas rebeldes avanzan hacia Trípoli y el final de su reinado de 40 años de terror puede ser cuestión de días, sino horas.
Este hecho completará una notable serie de levantamientos que se extienden por todo el Norte de África. Se inició en Túnez, se trasladó a Egipto y posteriormente llegó a Libia. En Siria, los manifestantes continúan luchando para derrocar al régimen del presidente Assad. Aunque con Gadafi fuera de juego, sus días seguramente también estén contados.
Consecuencias económicas
¿Cuáles son las implicaciones económicas de ello? Los mercados se están centrando en el petróleo de manera más inmediata. Libia es un importante productor de petróleo y un gran exportador hacia Europa. Se trata de uno de los diez mayores productores de fuel del mundo. Independientemente de la tipología del nuevo Gobierno que formen los rebeldes en Trípoli, contará casi de manera desesperada con escasos recursos económicos en efectivo.
Por tanto, deberán bombear el máximo de petróleo posible y en el menor espacio de tiempo para generar unos ingresos necesarios para la reconstrucción del país. Esto hará aumentar la oferta y caer los precios. Y, de rebote, dará un respiro a la economía mundial en un momento de dificultad como el actual.
Pero el petróleo no es la verdadera historia. El premio real es una nueva y vibrante región económica a apenas unos kilómetros al sur de la costa mediterránea de Europa. Los inversores no han mirado demasiado hacia el Norte de África en la última década. La mayoría de mercados globales ha desestimado esta región por considerarla una sucesión de autocracias extremadamente pobres y poco recomendables. El Fondo Soberano de Libia, controlado por la familia Gadafi, ha sido un bálsamo para algunos fondos de inversión. Aparte de eso, nadie le ha prestado demasiada atención.
Capaces de recuperar el crecimiento
Tal vez deberían haberlo hecho. En realidad, la mayoría de ellos ha estado avanzando a un ritmo razonable. Entre 2003 y 2008, el Norte de África ha experimentado un crecimiento real de su PIB del 5 por ciento anual, según un informe del Deutsche Bank publicado el año pasado. Los levantamientos harán mella en él durante uno o dos años. Las economías no suelen crecer demasiado en medio de una guerra civil. Pero una vez pasada la tormenta, éstas deben ser capaces de recuperar ese tipo de tasa de crecimiento.
Egipto tiene 82 millones de habitantes, aproximadamente la misma cantidad que Alemania. Túnez cuenta con 10 millones y Libia, con 6. Esto representa casi cien millones de potenciales consumidores y productores. Podemos añadir a Marruecos, con otros 30 millones de personas. Es cierto que los países del Norte de África son relativamente pobres, pero en cambio tienen una mano de obra joven. La proporción de población entre 15 y 24 años es del 20 por ciento en Marruecos, Egipto y Túnez, y ligeramente inferior en Libia. Representa un porcentaje muy superior al de Europa Occidental, e incluso por encima del de China o Latinoamérica.
De hecho, la única región con mayor número de jóvenes es África Subsahariana. No es necesario tener demasiados conocimientos de demografía para saber que los países con un mayor número de jóvenes crecen más rápido que los que tienen un número superior de ciudadanos mayores.
Por supuesto, no sabemos cómo acabará este otoño árabe. Todos estos países podrían volver a sumergirse en autocracias corruptas. Los extremistas islámicos pueden acabar tomando el control (los acontecimientos de Túnez no son alentadores). Pero es importante no ser demasiado pesimista.
También podrían transformarse, al igual que Turquía, en democracias estables y de rápido crecimiento en poco espacio de tiempo. Habrá algunos baches en el camino, pero si Turquía (que ahora tiene un PIB per cápita de 10.079 dólares) lo puede hacer, no hay motivo para que el Norte de África no lo logre.
Europa tiene estrechos vínculos con todos ellos. Los británicos, los franceses y los italianos han estado operando allí desde hace décadas. En total, la UE representa el 53 por ciento del comercio con el Norte de África, mucho más que cualquier otra región. Y no sólo de materias primas y agricultura. Marruecos se ha ido convirtiendo en un importante centro de producción en el extranjero para empresas francesas y españolas.
Costes de la intervención libia
Los Gobiernos británico y francés, en particular, han considerado el conflicto justo. Rápidamente, abandonaron a los autócratas y usaron la fuerza militar para intervenir decisivamente en favor de los rebeldes de Libia (un considerable riesgo político para el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron). Esto puede haber fomentado unas buenas relaciones que perdurarán durante varias generaciones.
La intervención militar es siempre cara. La campaña de Libia ha costado a EEUU unos 750 millones de dólares hasta el momento. Gran Bretaña, por su parte, ha presentado un proyecto de ley estimado en 200 millones de libras (325 millones de dólares).
Estas cifras están lejos de ser austeras en un momento en que los presupuestos en todo el mundo se comprimen. Sin embargo, esta guerra es una ganga en comparación con la de Irak, con un coste estimado de 1 billón de dólares, y además cuenta con una compensación más inmediata.
En cuanto al crecimiento a medio plazo, no depende tanto de los movimientos a corto plazo como de los tipos de interés, o si el Gobierno está ampliando o reduciendo el déficit presupuestario, sino de cómo se comporta la economía realmente.
Nuevas tecnologías y nuevos socios comerciales, eso es lo que crea una auténtica expansión económica. Si el Norte de África se abre, se crea un nuevo y enorme mercado, un nuevo centro de trabajo próximo a Europa entre los nubarrones que oscurecen siempre las perspectivas económicas de las regiones en conflicto, lo cual es, sin duda, una buena noticia.
Matthew Lynn. Chief executive de Strategy Economics. Esta columna también aparece en MarketWatch.com