Opinión

Editorial: ¿Estados cazafortunas?

Warren Buffett hizo saltar la liebre hace unos días: ahora que los Estados se ajustan, las grandes fortunas como él mismo deberían abonar más impuestos para participar de los sacrificios.

 Argumentaba que él pagaba un porcentaje menor que sus empleados y que los que "hacen dinero con dinero" son tratados mejor, quizá en parte por sus donaciones a los partidos políticos. Y un economista como Jeffrey Sachs subrayaba que las megafortunas disfrutan de la libre circulación de capitales, mientras que los pobres ven cómo sus puestos de trabajo se marchan.

Sobre esta ola de pensamiento, 16 millonarios galos han anunciado su disposición a contribuir más. Y en España, Salgado ha insinuado un alza de la presión fiscal a las rentas altas. La poética de estos razonamientos es hermosa. Pero la evidencia empírica en contra es demoledora.

Simplemente al golpe de una tecla de ordenador, el capital corre hacia donde obtiene los mejores rendimientos, y evita los gravámenes altos. Los países deben establecer las condiciones para atraer flujos estables. Lo contrario no es más que el Estado acaparando recursos y usurpando el papel que debe asumir una inversión más eficiente y, por ende, sostenible.

Ya conocemos el escaso empleo generado por los estímulos fiscales en una crisis de deuda. En cualquier caso, lo recaudado no representaría una cantidad suficiente para reparar las arcas públicas. El grueso siempre recaerá sobre las clases medias.

Más bien suena al electoralismo de unos Gobiernos que, en lugar de buscar los recortes, ven más fácil elevar los impuestos. Una vez lo suben a los ricos, se sienten legitimados para hacerlo con todo.

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