Bajo el título grandilocuente, taxativo y a toda página de Lo que hay que hacer, con la apostilla (en letras de menor tamaño) de con urgencia, ha aparecido en el panorama de la literatura económica una nueva obra coordinada por el insigne Juan Velarde Fuertes, que contiene más de una treintena de propuestas reformistas de otros tantos economistas (curtidos y no tanto) del actual elenco español.
No queriendo olvidar a ninguno, permítanme citar a Antonio Argandoña, Fernando Becker, Mikel Buesa, Francisco Cabrillo, José María Casado, Juan R. Cuadrado, José Ramón de Espínola, Josefa E. Fernández Arufe, Fernando Fernández Méndez de Andés, Luis Gámir, José María García Alonso, Leopoldo Gonzalo, Juan E. Iranzo, Barea José, Manuel Lagares, Jaime Lamo de Espinosa, Camilo Lebón Fernández, Joaquín Lorences, José Molero, Rafael Pampillón, Rafael Puyol, José T. Raga, Jaime Requeijo, César Rodríguez Gutiérrez, Rafael Rubio de Urquía, Íñigo Sagardoy de Simón, Rocío Sánchez Lissen, José María Serrano, Ramón Tamames, Juan José Toribio, Antonio Torrero, Guillermo Velarde Pinacho, quienes no han querido quedarse callados ante los problemas de toda índole asociados a la actual coyuntura económica (deuda externa creciente, desempleo, inflación? ) que atravesamos. Tras un análisis, pensamos que sólido, aportan una serie de soluciones (por supuesto que en ningún momento planteadas como infalibles) para dinamizar o al menos tratar de activar la economía española.
Parece ser que la crisis ha estimulado el pensamiento lógico. Pero a pesar de que los economistas pensamos que no podemos, ni debemos, quedarnos impasibles ante los problemas reales, hay que matizar, como muy bien dijo el gran John K. Galbraith, que "no escapamos a la controversia política que deriva del enfrentamiento de los problemas reales". De este modo, la ciencia económica debería ser neutral, alejarse del partidismo, pues "nuestra opinión puede ser un aliado influyente y sumamente valioso de aquellos cuyo ejercicio del poder depende de la aquiescencia pública". Nuestra labor como economistas empieza con la emancipación del pensamiento económico. Esto viene a colación de las críticas que siempre surgen cuando apoyamos con nuestro trabajo al partido en el poder o al Gobierno de turno. Así sucedió en aquel ya lejano, pero no olvidado 1959, cuando un grupo de economistas pusimos nuestra ciencia al servicio de aminorar la brecha que separaba la economía española de la del resto de países europeos. La respuesta al interrogante no es que en aquel momento trabajamos para un Gobierno regido por un dictador, sino que otro grupo de economistas (Joan Sardà Dexeus, Enrique Fuentes Quintana, José Luis Sampedro, Luis Ángel Rojo, Félix y Manuel Varela, José Luis Ugarte, Antonio Sánchez Pedreño, Juan Antonio Ortiz Gracia, José Carlos Colmeiro, Pedro Martínez Méndez? y yo mismo, Fabián Estapé), conscientes de la imposibilidad de mantener un modelo económico basado en la introspección, logramos, solapadamente, desbloquear y valorizar de forma gradual las potencialidades de la economía nacional. Supongo que, como en aquel momento, algunos de los participantes en esta obra han podido experimentar el conflicto surgido entre las respectivas ideologías y los objetivos de un Gobierno que utilizaría nuestros conocimientos para asegurar su supervivencia. Sin embargo, espero que el libro Lo que hay que hacer con urgencia sirva no sólo para estabilizar la economía (aunque los propios autores son conscientes de que sus propuestas pueden no ser aceptadas), sino también para demostrar que la actual cantera de economistas españoles es digna sucesora de aquellas hornadas pioneras que salieron en los años 1940 de las primeras facultades de Economía, y que siguen llevando a esta ciencia hasta lo más alto.
En esta obra se ofrecen argumentos sobre los efectos de la implementación de los diferentes instrumentos de política económica, como pueden ser las ventajas e inconvenientes derivados de subir el impuesto sobre el capital o sobre el trabajo, frente a elevar el impuesto sobre el valor añadido. Se despliegan también las consecuencias potenciales de la subida de los tipos de interés sobre el empleo, el crecimiento económico y la inflación; se exponen los efectos sobre el mercado laboral de vincular las subidas salariales a la productividad o los resultados de hacerlo al IPC. Se prevén los resultados de la aplicación de determinadas políticas económicas para la consecución de los ansiados objetivos de la política económica: pleno empleo, crecimiento económico, equilibrio exterior, estabilidad de precios, igualdad en la distribución de la renta, preservación del medio ambiente, etc. Sin embargo, en todo momento se deja claro que la ciencia económica no tiene soluciones para todos los problemas. Entre otras cosas porque no existe la unicidad en las soluciones y porque las coyunturas son altamente variables.
De todos modos, tras analizar los acontecimientos económicos de los últimos días, parece lógico que el subtítulo con urgencia, que corona esta gavilla de recetas aptas como antídoto para la maltrecha economía, tenga menor calibre de letra. Y es que a pesar de las ansias de curación que subyacen en los artículos de todos y cada uno de los colaboradores, parece que la situación ha tomado tal cariz que las soluciones fueron urgentes, pero que quizá lleguen ya un poco a destiempo? Espero que los lectores, y sobre todo mis compañeros economistas, perdonen mi última reflexión por su tinte más bien pardo, pues como dicen por estas tierras leonesas en las que ahora resido, es posible que estemos poniendo la cebada al rabo a un burro muerto. Debemos encontrar más de un recetario para el doliente alifafe que desde los azares de la crisis mundial tenemos; un enfermo que ha llegado a un estado crítico y al que, sin embargo, tenemos que salvar. Así pues, políticos, economistas, teóricos, prácticos? pongámonos manos a la obra con verdadera urgencia, todos juntos, de forma libre e independiente, pero consultándonos entre nosotros (porque están todos los que son, pero no son todos economistas importantes de este país los que están en este libro) y recordando en todo momento una frase de Galbraith: "Los problemas no los plantean los partidos ni los políticos, sino las circunstancias".
Fabián Estapé Rodríguez es Economista.