...Otra vez las preocupaciones sobre el sector financiero pesaban sobre las bolsas. Y uno de los principales acicates de las caídas lo constituye el hecho de que Francia y Alemania pretendan gravar las transacciones financieras.
En su origen, la llamada Tasa Tobin se planteó como un peaje que dificultase los procesos de fugas de capital evitando pánicos. Sin embargo, una buena parte de la literatura económica ha subrayado que este tipo de impuestos puede generar más problemas de los que solventa. Y en cualquier caso, al igual que sucede con las prohibiciones de los bajistas, tampoco evitan que se impongan las tendencias de fondo.
En primer lugar, esta tributación se terminaría siempre cobrando a los clientes. Además, restaría fondos a la banca justo cuando más los necesita y, por tanto, reduciría el crédito y el crecimiento. También supondría una desventaja si se estableciese únicamente en Europa, ya que enseguida las operaciones se trasladarían a otras sedes. Por no hablar de que al final reduciría la liquidez en estos mercados, lo que precisamente los haría más sensibles a los especuladores.
Se crearían nuevos instrumentos para sortear el gravamen y surgiría una economía paralela más difícil de controlar. En un momento en el que el capital político anda escaso, es fácil cargar contra la banca por las razones equivocadas. Tal propuesta más bien se antoja mera voracidad fiscal.
Los problemas reales siguen en el control y supervisión de unas entidades de cuyas cuentas nadie se fía. Es la hora de lograr la transparencia de este sector y forzar su saneamiento definitivo, no de imponerle un nuevo impuesto.