Un reportaje lanzado por el diario sensacionalista británico Daily Mail y una serie de correos entre traders especulando con la solvencia de Société Générale bastaron para que la entidad francesa se despeñase en bolsa y acabase arrastrando al resto de bancos galos y, por supuesto, europeos... hasta que se tiñeron de rojo todas las bolsas.
De poco sirvió que el periódico se retractase. Enseguida, unas nuevas habladurías que apuntaban a que algunas instituciones asiáticas estaban planteándose el cierre de líneas de crédito a Société reavivaron el desplome. Únicamente otro rumor, esta vez el de que París regularía a los bajistas, ha logrado frenar la sangría.
¿Qué ha sucedido para que de repente todo se descalabre sobre los parqués? ¿Tienen los agentes del mercado alguna información que sólo ellos conocen?
Esta historia subraya los nervios aún imperantes sobre la recuperación y el estado del sector financiero. Su explicación más coherente empieza porque los datos han evidenciado una ralentización de la economía. Con los estímulos de la Fed agotados, eso ha provocado una reconsideración de las inversiones y, en consecuencia, una fuga hacia destinos más seguros. Y en ese proceso brutal de reubicación de capitales emprendido por todos a la vez, la banca ha sido el sector más perjudicado.
De hecho, los primeros en caer en bolsa fueron Citi y Bank of America, pues el primer catalizador de la espantada lo constituyó la rebaja del rating de EEUU. No obstante, de inmediato el foco se trasladó hacia una Francia que basaba su corrección del déficit en unas estimaciones de crecimiento demasiado optimistas y que dispone de poco margen para subir impuestos.
Sólo le valdría la aplicación de recortes, lo que a su vez podría atizar en un primer momento una mayor desaceleración que se podría ver incluso agravada en cuanto tuviese que dispensar más dinero para rescatar a la periferia europea. El exceso de imaginación propio del miedo ha inspirado una novela titulada El fin del euro y, bajo tal supuesto, la banca francesa se halla muy expuesta a las entidades y deuda soberana de los países europeos. ¿Nos preparamos entonces para el Armageddon? No creemos que sea necesario.
Esperanza de un sector solvente
Ninguna estadística refrenda que esto represente una repetición de 2008. Lo cual no significa que ahora afirmemos que la banca se encuentra en plena forma. Se trata de un sector que atraviesa una profunda reconversión; tiene la regulación en contra; necesita recapitalizarse; todavía debe ir anotándose pérdidas conforme el inmobiliario y la deuda soberana disminuyen su valor; padece el desapalancamiento, y la defunción del QE2 le ha sustraído una sustancial fuente de beneficios.
Al final, fruto de esta Gran Recesión, los inversores pueden esperar que el sector se vuelva más solvente... ¿pero alguien cree que se le vaya a permitir que sea más rentable? No olvidemos que antes de la crisis unos tipos muy bajos restaron márgenes a las entidades y las empujaron a conceder más hipotecas de menor calidad con tal de mantener sus rentabilidades.
Aunque la banca haya hecho importantes esfuerzos por reducir el riesgo y elevar su capital, hay que tener cuidado con las profecías que se retroalimentan. Las entidades precisan de la confianza para operar con liquidez, y la rumorología ya se tradujo el martes en que los bancos tuviesen que acudir de nuevo al BCE en busca de financiación por si vienen mal dadas. Las autoridades no pueden subestimar estos batacazos bursátiles. Deben tomar medidas que despejen las dudas, o habrán favorecido un combinado explosivo de miedo, rumores y un poco de imaginación.
Recuerden si no a Mellon, secretario del Tesoro de EEUU en 1929, cuando quitó importancia al pánico sobre el parqué...