"Me duele España". Es la frase que está pronunciando la mayoría de nuestros titanes empresariales, pues en esta dura crisis se viene constatando, cada vez que hay una batería de presentación de resultados, que el negocio interno lastra poderosamente las cuentas de nuestras grandes del Ibex que sí despuntan fuera.
Como muestra, la gran banca, cuyo desempeño doméstico se reduce casi un 30 por ciento. O Telefónica, que presenta una clara asimetría en la marcha de su negocio externo e interno.
La situación revela, por un lado, la visión de futuro y capacidad estratégica de nuestras enseñas que han sabido diversificarse y salir a otros mercados, incluidos los emergentes, para poder capear la difícil coyuntura y equilibrar los resultados consolidados. Demuestran así su saber hacer en otras regiones del globo y escriben el nombre España con letras mayúsculas.
Pero lo que verdaderamente trasluce esta situación es que durante las dos legislaturas de Zapatero se ha malgastado un tiempo precioso para acometer reformas económicas que brindaran a nuestro mercado laboral y nuestro tejido empresarial las condiciones necesarias para retomar un dinamismo que redunda en beneficio de todos. Ya no se pueden demorar más las medidas.
Para atraer e impulsar el crecimiento y la inversión, hacen falta recetas estructurales y marcos estables que no lancen señales confusas a los distintos sectores empresariales. Y puesto que el actual Ejecutivo deja patente cada día que su voluntad de acometer nuevas actuaciones es nula, urge un adelanto electoral que reactive la maquinaria de las reformas.
