La CAM es el exponente de la deficiente actuación del Banco de España en el proceso de reestructuración de las cajas de ahorros.
El supervisor enmascaró sistemáticamente la situación de una entidad que ya hace meses brindaba una fotografía financiera digna de intervención. Pero la institución que gobierna Ordóñez olvidó el axioma de que, al final, todo sale: el pasado viernes la alicantina pedía su intervención, sólo una semana después de catear los test de estrés europeos.
Ahora el Banco de España se enfrenta a la dificultad de colocar una caja cuasiquebrada a potenciales compradores, una tarea harto ardua si tenemos en cuenta que afronta vencimientos de deuda por nada menos que 9.000 millones en dos años sin la liquidez suficiente. A nadie pasará inadvertido que a ese brete no se llega de un día para otro.
Cuando en primavera se perfiló su fracasada incorporación a Banco Base, la CAM ya acumulaba vencimientos por 6.199 millones. El supervisor pudo evitar su vorágine de endeudamiento y que su expresidente aprovechara el río revuelto para su propio lucro si hubiera propiciado un saneamiento ordenado de la entidad.
Pues sanear a tiempo y al menor coste era al fin y al cabo la verdadera misión de la redefinición del mapa de cajas y el Frob y no la de ocultar casos críticos sin paliarlos. Lo más flagrante es que ni siquiera el Banco de España logró su objetivo de sostener ante la galería una imagen maquillada de la entidad, pues la CAM ha vivido en los últimos tiempos una fuga masiva de depósitos.
Ahora, la tesitura es la misma que Ordóñez trato de evitar, sólo que con más inyección del Frob y una línea de crédito extra de 3.000 millones.
