La intención parecía buena. El ministro de Trabajo se mostró contrario a los subsidios a fondo perdido y el pasado 15 de febrero transformó la ayuda de los 420 euros, impulsada por su predecesor, en cursos formativos remunerados con 399 euros.
Quería que los desempleados que hubieran agotado la prestación se involucraran. Pero se había guardado un as en la manga: la desaparición de las listas del Inem de los 104.000 desempleados que se están formando. Un truco estadístico que le ha salido rentable, ya que la creación de empleo es incluso peor ahora que en 2010, pero queda enmascarada por el maquillaje. En cambio, el paro desciende. Si tenemos en cuenta los beneficiarios de la nueva ayuda, las listas tan sólo se habrían reducido en 5.000 personas durante 2011, nada que ver con lo que vende el Gobierno. Ahora vuelve a percutir en su recomposición de los datos de los Servicios de Empleo y prepara un plan de formación para jóvenes sin empleo y sin estudios que podría afectar a cerca de 600.000 de estos ninis, con su consiguiente desaparición de la estadística más gravosa para el Ejecutivo. Todas estas estrategias de subsidio matemáticamente rentabilizable no hacen sino revelar la urgencia que tiene el Gobierno, de cara a las próximas elecciones generales, por retocar la desastrosa foto de su deficiente gestión económica. Resulta lamentable que se afane en diseñar y vender estos trucos cuando tuvo mucho tiempo para acometer reformas laborales y de negociación colectiva contundentes que aplacaran las debilidades estructurales de nuestro mercado de trabajo.