Opinión

Fernando Méndez Ibisate: una cumbre en perspectiva

Han tardado los gobernantes europeos en aceptar lo que venía siendo evidente desde hacía demasiado tiempo: Grecia está quebrada. Sin embargo, no parecen entender o considerar que los rescates masivos aplicados por las autoridades han conducido a un agravamiento de la situación por las repercusiones que aquéllos han tenido sobre la deuda de los países.

Ni mercados, ni especuladores, ni bancos, ni agencias de calificación, ni insolidaridad alemana. Los gobiernos y autoridades de buena parte del planeta nos han llevado directamente a la situación en la que nos encontramos, con su desmedido e interesado intervencionismo, obsesiva regulación y su vocación salvífica de problemas que ellos crean.

Fueron los manejos sobre el tipo de interés y la liquidez los que, mediante la inflación del crédito, nos condujeron a la famosa burbuja de activos financieros, reales (inmobiliarios) y commodities en todo el mundo. De acuerdo en que muchos comportamientos privados, por parte de todos, no fueron los adecuados, pero el exceso de crédito y las regulaciones o normas fueron las que los fomentaron.

Para colmo, y aplicando una óptica keynesiana interesada para los políticos y los grupos así beneficiados, el descenso de la actividad y el empleo o los problemas a los que se enfrentaban los sistemas financieros se intentaron atajar mediante aumentos espectaculares del gasto, déficit y la deuda de los gobiernos, cuando lo que precisaba la economía -y ya había empezado a producirse- era un incremento importante del ahorro y el cumplimiento de la deuda privada, disparada durante los años de embriaguez.

Más allá de las peculiaridades de cada país y de la diversa gravedad de los problemas, era evidente que determinadas situaciones, como la de una Grecia quebrada y acostumbrada a vivir por encima de sus posibilidades, no podían solventarse con rescates o préstamos masivos del resto de la zona euro y de EEUU -a través del FMI-, que han añadido nuevas cargas y deudas a unos países ya ampliamente endeudados y han comprometido a sus respectivos sistemas financieros, obligando a sus entidades a adquirir deuda a mansalva.

Los alemanes, a quienes injustamente se tacha de insolidarios, han financiado con sus ahorros e impuestos todo ese proceso que no es de ayer, lleva más de un año. Ello sin contar con las aportaciones realizadas por Alemania a la UE, desde el primer momento y de muy diversas formas, aunque se diga con acierto que también ellos se han beneficiado de todo el proceso, fundamentalmente con su unificación.

Sobre los bancos, la cuestión no es si debe o no comprometérseles a cargar con parte de la quita (rebaja o canje) y espera (alargamiento) aplicadas a todo mecanismo de solución de quiebra, como se ha hecho en el caso de Grecia. Como he señalado, los bancos ya estaban comprometidos por la presión de los gobiernos que les han "aconsejado" o solicitado la compra de todo tipo de deuda, lo cual se aplica igualmente al BCE.

Es fundamental que, aunque presionados, los que hayan actuado irresponsablemente carguen con sus costes y errores y no los repartan con entidades que no hayan cometido imprudencias (dudo que haya muchos exentos) o, en última instancia, entre clientes y contribuyentes, que sería sobre quienes recaería un impuesto o tasa a la banca, felizmente desechado en el plan aprobado.

Otros acuerdos como el uso del "fondo de rescate" (FEEF) para adquirir deuda y especular en los mercados secundarios, la emisión de eurobonos o la agencia de calificación europea son patadas hacia adelante de unos políticos que se resisten, siempre con nuestro dinero, a perder poder y darnos más libertad.

Fernando Méndez Ibisate es profesor de Economía de la UNiversidad Complutense de Madrid.

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