"La gloria de la novedad dura poco", Baltasar Gracián.
Tras la caída del Muro berlinés (1989) han surgido numerosos profetas encargados de anunciar el inexorable final de la socialdemocracia. No sé si ha sido a causa de esos presagios agoreros, pero, en los últimos años , personas y grupos se han empeñado en reinventar la socialdemocracia desde el interior de ella misma: el new labour del Reino Unido o su imitación española, la nueva vía con sus prodigiosas piruetas políticas no han hecho sino darle la razón a Gracián, demostrando cuán poco dura en este mundo la gloria de la novedad.
"Es lo real, no lo que cada cual proyecte como espléndido futuro, lo que importa", escribe a este propósito -y con cuánta razón- el historiador Santos Juliá. Y añade: "Tal vez la amplitud de la derrota (del 22 de mayo) guarde relación con la extendida sensación de que el Gobierno había perdido el sentido de la realidad".
Quizá por eso, la primera intervención pública de Alfredo Pérez Rubalcaba tras ser nombrado candidato del PSOE haya sido todo un baño de realismo: empleo, competitividad, sanidad, educación, ley electoral, urbanismo, corrupción? los problemas reales a los que se enfrenta esa adolorida sociedad española.
También por eso, muchos españoles han sentido alivio al escucharlo. El alivio que produce el dejar atrás una etapa de incertidumbre y zozobra, pues por mucho que se repita que el candidato ha sido hasta anteayer miembro del Gobierno y, por ello, corresponsable de lo hecho, en el fondo todo el mundo siente que él es otra cosa.
Y no es que Rubalcaba sea un superhombre y tenga ante sí una tarea fácil. No la tiene, pero lo intentará, aunque algunos pensamos que llega con once años de retraso a recuperar la solvencia y la moderación que otrora adornaron a la socialdemocracia española y que Zapatero ha despilfarrado.
No sólo lo digo yo, lo escribía ayer su amigo Juan Luis Cebrián: "La pérdida de confianza en el actual presidente del Gobierno es clamorosa dentro y fuera de España".
Joaquin Leguina. Estadístico.