La caída de la banca irlandesa puso en evidencia los test de estrés del año pasado. Ahora, la nueva autoridad bancaria europea, la EBA, ha decidido endurecer las pruebas para las entidades españolas.
Por eso, no tendrá en cuenta unas provisiones de tanta calidad como las anticícilicas, exclusivas del sistema español y que absorben directamente pérdidas.
Este trato se antoja injusto, sobre todo cuando España tiene una ponderación de riesgos mucho más rígida que, por ejemplo, los alemanes y estamos menos expuestos que éstos a los problemas soberanos de Grecia o los seguros de impago (CDS).
Esta falta de homogeneización también puede restarle credibilidad, máxime si tenemos en cuenta que quienes financiaron los presuntos agujeros de los países periféricos fueron los germanos.