Opinión

José Eugenio Soriano: Sgae: el necesario fin del monopolio

La propiedad intelectual es tan propiedad como cualquier otra. La tesis colectivista de que tales bienes son públicos no se sostiene, ni siquiera aunque Hayek, extrañamente, le prestara apoyo apodíctico y contradictorio con el resto de su pensamiento.

Las ideas, precisamente las ideas, son lo más escaso que hay; nada de público. Se crean en el ámbito más intimista y privado, son una joya de la más exquisita orfebrería intelectual, emocional y personal. Sólo su posterior difusión -y no siempre- es pública y repetida. Confundir ambos mercados, el de la creación y el de la distribución-difusión, está en la base de todos los intentos colectivistas de querer aprovecharse y abusar del cerebro de los demás.

Al igual que ocurre con otros bienes inmateriales, los de la propiedad industrial (patentes, marcas?), en el ámbito intelectual resulta imprescindible proteger esa propiedad, genuina titularidad dominical del autor sobre su obra. Naturalmente, el impacto de la creación no es perpetuo, sino que tiene un tiempo limitado. Para empezar, el de la vida del autor y de sus herederos próximos.

Cuando yo, modestamente, escribo un libro, entiendo que mi trabajo es tan digno como el del fabricante del coche o el del dueño de una finca. Y la apropiación del resultado y su beneficio también me corresponde. Si luego lo entrego a una editorial, exigiré mi parte de bien privado como autor: cobro por mi idea, de la cual soy el único dueño. Y si luego lo difunde y se lleva la parte correspondiente, entonces esa publificación del bien que se produce al reproducir hasta el infinito (¡ojalá!) o, en todo caso, como quiera y hasta donde quiera el editor sí tiene ya otras características. Pero yo y sólo yo tengo el absoluto monopolio sobre mis ideas, que luego vierto en un libro.

Y tal idea y su vertido es un derecho de la personalidad, un bien inmaterial del cual soy el generador, creador y dueño. Y si lo pongo a disposición de los demás es siempre que yo quiera mediante precio. Nadie, absolutamente nadie, tiene que venir a robarme mis ideas, como sería hacer una fotocopia de mi libro sin pagar. E igual sucede los autores de películas, canciones, fotos, etc. Cada vez que se produce una descarga en la Red sin pagar al autor, se le está robando. Punto.

El desprecio al autor está en la base de una enorme pobreza y abuso sobre el intelecto, y éste es en gran parte el fundamento mismo de la completa falta de ideas que existe en nuestro país (aquí, hace mucho tiempo que pensar está prohibido ).

No hay lugar para el monopolio

Ahora bien: lo que no cabe es que luego, por fuerza, se entregue a un monopolio -y además a un monopolio legal, ya que su base es la Ley de Propiedad Intelectual- la gestión de la parte colectiva de tales derechos. Y esto es lo que sucede con la extraña SGAE.

Como todo monopolio, su gestión es y tiene que ser oscura, viscosa, nada transparente. Como todo monopolio, tiene una tendencia infinita al abuso creciente. Y como todo monopolio es un arma dirigida directamente contra todos, para empezar, contra todos los autores.

Es con este monopolio con el que hay que acabar. Se convierte en una hidra con múltiples cabezas, todas inclinadas hacia el poder, como exactamente sucede ahora con sus actuales gestores (y arriesgo a afirmar que así seguirá siendo en el futuro). La idea de la LPI de que no se pueden crear sociedades de gestión con ánimo de lucro está en la base misma del extraño caso de la SGAE. Se pretende justificar, neciamente, el monopolio diciendo que "no cobra", sino que simplemente gestiona y lo que percibe son los ingresos de gestión, pero no con ánimo de lucro (siempre bastardo, como se ve, porque lo bueno para nuestros Gobiernos es el gratis total y lo malo es cobrar por el trabajo).

¿Cómo que no se pueden crear entidades de gestión con ánimo de lucro? Esa sandia patente de corso que es la gratuidad supone, por de pronto, un reforzamiento de la tesis de que el trabajo intelectual no vale nada. ¡Como no se le ve sudar al autor cuando piensa, pues eso no es trabajo!

Hay que acabar con la actual LPI. Ya está bien de tener amigos oficiales en los Gobiernos y de que éstos los tengan en los "intelectuales y artistas" (expresión propia de manifiestos siempre progres que es para echarse a temblar, ya que Zola hubo uno y nada más: el resto, pura imitación falsificada y falsa).

Monopolios, ni en las creencias. De ninguna de las maneras. La única forma de lograr transparencia -y, por tanto, conseguir servir a los demás- es en competencia, concurriendo varios a ofrecer sus servicios y sus bienes al resto. Es dura la competencia. Pero es dura para el que la sufre y amable para el resto de los ciudadanos: exactamente lo contrario que el monopolio, que siempre es dulce para el monopolista y agrio para los demás.

Transparencia en la gestión de la propiedad intelectual: ése es el camino.

José Eugenio Soriano. Catedrático de Derecho Administrativo de la UCM.

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