Opinión

Fabián Estape Rodríguez: 15-M, 15-j y la fragilidad Política

Cuando se cumplen dos meses desde que una creciente masa de descontentos, que han pasado a ser indignados, comenzase a tomar las plazas de las ciudades españolas para dejar patente su malestar por la política socioeconómica actual, y un mes de la bochornosa limpieza de la Plaza de Cataluña y del bloqueo de la Ciutadella de Barcelona parece que la bola de nieve, cuyo avance parecía imparable, empieza si no a volatilizarse, sí a derretirse poco a poco.

Estas fechas (comprimidas, como ahora se estila, 15-M y 15-J) pasarán a la historia de la política y a recordarse con el mismo cariz significativo que otras acaecidas desde la Transición. Serán efemérides de las que conviene no olvidar porque abren y cierran un capítulo, son un antes y un después en la Democracia española.

Así, esta primavera ha brotado en nuestras principales capitales un bouquet de flores, sin colores precisos (más bien pardos) en el que anida un grave y creciente clima de protesta que pretende lograr nuevas, y también añejas, aspiraciones democráticas por las que hemos luchado durante generaciones (bien es verdad que con armas muy distintas a plantar una quechua y un camping-gas en una plaza: eran otros tiempos?)

La mala suerte ha hecho coincidir (más bien estallar) este movimiento contestatario con cambios fundamentales que de manera singular se han apoderado del panorama político-económico nacional y europeo. Sin duda, los altercados del 15-J en la Ciutadella han sobrevenido después de un cambio sustancial en las manos que pretenden guiar el país, con nueva energía y un encomiable espíritu de rectificación; pero no ha bastado para acallar las voces de los que buscan la "abolición de leyes injustas", "la Tercera República", "reformas fiscales", "expansión del transporte público y aumento de la movilidad", "la reforma de las condiciones laborales de la clase política", "la desvinculación total de la Iglesia y el Estado y la división de poderes", "una democracia participativa y directa", "la mejora y regularización de las relaciones laborales", mejoras en "ecología y medio ambiente", "la recuperación de las empresas públicas privatizadas", "la reducción del gasto militar, el cierre de fábricas de armas, la no intervención en cualquier escenario de guerra" y "la recuperación de la Memoria Histórica" con la condena del Franquismo como lo más reseñable.

Volatilidad de ideario

El error cometido por los indignados el 15-J puede provocar que todo su esfuerzo se esfume como el gas de un refresco. Pese a que la distancia del 15 de mayo al 15 de junio se tradujo en cierto cambio de actitudes entre la grey política y una generalizada corriente de simpatía y de cierta connivencia popular con las acampadas de la Puerta del Sol (precisa- mente en los aledaños del solar donde se aposenta el trono de poder de Esperanza Aguirre), la Plaza de Cataluña en Barcelona, la del Ayuntamiento en Valencia, la de María Pita en A Coruña? y hasta la de San Marcelo en León, el comportamiento de los indignados (que aún hoy siguen sin encontrar diálogo, respuesta, guía?) como una horda sin freno que protagonizó un asalto o pseudoasalto a quienes creen responsables de la situación que se vive en España ha convertido su esfuerzo simplemente en una acampada de signo ferozmente nihilista (hay que añadir que las medidas adoptadas para que los parlamentarios catalanes pudieran ejercer su tarea de "parlamentar" a propósito de los desatinados recortes presupuestarios, precisamente de las "consejerías más sociales", se tornaron en una exhibición de prepotencia sin sentido).

Durante dos meses hemos podido escuchar frases estremecedoras entre los que piden ¡Democracia Real Ya!, como la de un acampado en Sol que lamentó que durante la campaña electoral (periodo especialmente apto para "ganar votos"), ni un solo político de cualquier facción se hubiera creído en la obligación o en la necesidad de coger el metro, llegar al lugar y preguntar qué quieren, qué piden y no tiene solución viable, y qué piden que sí podría ser el germen de una administración más eficaz.

Y como nadie les ha hecho el menor caso, algunos pasaron a la acción, dando lugar a que se erijan para su mal y el de todos las figuras egregias representadas por el ingeniero de Caminos, etc., etc. Felipe Puig, el Sr. Artur Mas y otros consejeros catalanes que han pedido comprensión hacia el "uso legítimo de la violencia de las fuerzas policiales para garantizar el funcionamiento de las instituciones" frente a quienes "pasen las líneas rojas". ¡Un verdadero déjà vu!

Cruzando unas y otras posturas, sólo cabe preguntarse: ¿no habrán pasado también las líneas rojas los representantes de la Administración y por eso los descontentos utilizaron la fuerza contra ellos? De momento, no hay respuesta?

Fabián Estapé Rodríguez. Economista.

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