Opinión

Mariña Malvar: España: análisis y reflexiones para salir de la crisis

En Grecia, al ver cómo los politicos aprobaban el plan de ajuste, la gente se echaba a las calle desesperada, y no sólo hablamos de radicales, sino de quienes han visto cómo se les reducían los salarios, se les suprimía las pagas extra, se les aumentaban los impuestos indirectos y se les apremiaba a seguir pagando las consecuencias de esta situación.

Llegados a este punto, cabe preguntarse si es éste realmente el camino. ¿No será que Paul Krugman tiene razón y las medidas de austeridad lleven a una nueva constricción de la economía? Las respuestas no son fáciles. Sobre todo cuando en el pasado a este tipo de crisis se les dio solución o bien incurriendo en impagos, o bien elevando el endeudamiento público como forma de catalizar el crecimiento.

Lo que vemos en Grecia es lo que en menor medida estamos viviendo en España. Tenemos ciertos parecidos que sería bueno poner en relieve. Recientemente, hemos asistido al Debate del Estado de la Nación y hemos oído demasiada palabrería. Si ponen atención, la palabra consenso no ha aparecido por ninguna parte.

Y digo consenso porque la situación en la que estamos requiere medidas, remedios y soluciones, y todas estas labores no pueden ser únicamente aplicadas por una parte. ¿Nadie se da cuenta de que hemos llegado al punto en que todos debemos volcarnos en solucionar la crisis?

Que no nos pille de sorpresa

Los hay que acusan a la banca y los hay que acusan a los políticos, pero la verdad es que la culpa es generalizada porque la banca ha actuado amparada en la legalidad puesta en marcha por el poder político que todos hemos elegido. Es cierto que la banca ha fomentado que las personas se endeudasen. Pero no seamos simplistas, pues está claro que no habrían vendido hipotecas si no hubiesen tenido el público para comprarlas. Esta crisis en España no debería cogernos por sorpresa.

Desde el siglo XVI, hemos estado a merced de los déficit. Sin ir más lejos, aun en la época de esplendor, España nunca fue un país capaz de hacer una asignación eficiente de los flujos, nunca tuvimos una organización bancaria, mercantil y tributaria capaz de coordinar los recursos y llevar a buen puerto las finanzas públicas.

Imposible decir no

Por otra parte, se nos ha hecho creer que éramos ricos, que nos podíamos considerar uno de los grandes de Europa, y quizá éste ha sido nuestro mal endémico, porque progresivamente nos hemos ido endeudando. El dinero era barato, las casas cada día valían más y los bancos nos ponían cada vez más fácil comprar la vivienda, el coche, las vacaciones, etc. ¿Quién iba a decir no a semejante alternativa?

Pero por aquellos tiempos nadie protestaba, nadie salía a la calle y decía "¡señores, no nos permitan tener a disposición tanta financiación!". Nadie pedía que se limitasen los saldos negativos en las tarjetas de crédito y todo marchaba a lo grande. Por eso, es inevitable indignarse cuando la población arroja las culpas a una minoría, ya que todos lo estábamos viendo, pero mientras la vaca daba leche nunca nos preguntábamos si la estábamos apretando demasiado.

Las tasas de paro nunca habían estado tan bajas y nuestro PIB aumentaba a un ritmo constante. Pero ese crecimiento no era sólido, es decir, valíamos más porque consumíamos más y porque generábamos más casas, pero ninguna de estas variables podía ser considerada desencadenante de un bienestar a largo plazo.

Nunca nos planteamos aprovechar esa mejora temporal y superflua del bienestar para hacernos un país más competitivo, para eliminar las actividades cuya supervivencia está limitada en el tiempo y así destinar los recursos a fomentar actividades rentables.

No nos preparamos para un cambio, simplemente nos quedamos aprovechando los beneficios que el corto plazo nos estaba regalando. Vivimos el hoy sin pensar si tendríamos mañana, y ésa ha sido la actitud que hemos tenido desde que en el siglo XVI, tras la guerra de Flandes, nos vimos con un agujero de 12 millones de ducados en las arcas públicas... ¿no habrá llegado el momento de un cambio?

Para el cambio se necesita el apoyo general de la población y sus dirigentes. En el caso de Grecia, se está refinanciando la deuda a cambio de medidas que en ningún caso parecen dirigirse al crecimiento en el largo plazo.Ni asegurarlo ni fomentarlo, ya que les hacen pagar más con un salario más bajo, suben los impuestos haciendo menos atractivo el turismo y el asentamiento de empresas. Mi duda es qué pretenden.

Parece claro que cuando una familia se ha endeudado más de la cuenta, tiene que empezar por disminuir el gasto, pero también debe aumentar los ingresos de alguna manera para ser capaz de reponerse.

En línea con lo anterior, en España aún tenemos tiempo para aumentar los ingresos antes de que la situación sea insostenible. Si echamos un vistazo a la composición de nuestro PIB, el porcentaje mayor reside en el sector servicios. Un sector traicionero en la medida que depende del ocio y el turismo, que implican una variabilidad y una flexibilidad grande. No podemos confiar nuestra resistencia sólo a estos parámetros.

En España, gozamos de recursos pesqueros, agrícolas y ganaderos, ¿dónde los hemos dejado? ¿En un mundo con una demanda de alimentos creciente no puede ser una buena opción el invertir en un sector primario fuerte? Asímismo, tenemos un tejido industrial, aunque demasiado concentrado en determinadas empresas y con un grado de innovación muy bajo, ¿qué podríamos hacer para que la población aumentase su afán emprendedor? No cabe duda que esto es una obligación de todos y en ello deberíamos focalizarnos. Hace poco, el FMI alababa nuestras reformas, pero todavía las tildaba de insuficientes. Comentaba que necesitamos una reforma laboral agresiva, pues la que tenemos es insuficiente. Precisamos medidas que nos ayuden a flexibilizar un mercado laboral anclado en el 21 por ciento de paro.

Necesaria productividad

Podemos definir la formación bruta de capital como el crecimiento sin deducir amortizaciones de la inversión y el capital en un sector concreto de la economía durante un período determinado de tiempo. Para que pueda aumentar la productividad, es necesario que crezca esta variable, pero ésta ha sido la que más ha caído desde el comienzo de la crisis. Sin embargo, la necesitamos para asegurarnos la actividad económica.

Es curioso que mientras que nuestra inversión se ha desplomado, el consumo no se ha reducido en la misma cuantía, ¿es acaso esto una actuación correcta? ¿No sería mejor destinar parte de nuestro consumo a fomentar el crecimiento futuro de nuestros recursos? Y los primeros que quizá deberían plantearse la reducción de gastos superfluos deberían ser determinadas administraciones públicas.

Hace ya algunos años, en una visita a España de economistas americanos se sorprendían por la cantidad de auditorios que tenemos en pequeños ayuntamientos que... ¿son realmente necesarios? ¿Es necesario gozar de todo el aparato burocrático que tenemos? Porque a la población quizá le resulte más interesante tener los organismos más concentrados.

Importancia tributaria

Otra idea es que todos los países que nos encontramos en el punto de mira somos conocidos como países en los que el cumplimiento tributario no es muy seguido. En donde la responsabilidad social con la Hacienda pública no es asumida como un compromiso con la sociedad y nuestro futuro.

Por ello, ¿no deberíamos cambiar el funcionamiento para lograr una mayor recaudación? En síntesis, nos gustaría resaltar la realidad que nuestra economía vive, nuestro potencial y la capacidad y recursos de los que todavía disponemos para mejorar, llegando a ser esa economía puntera que siempre hemos deseado.

Mariña Malvar. Asesora de cuentas de Saxo Bank.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky