Opinión

Editorial: El ladrillo se hunde en el mar

Tanto las principales inmobiliarias nacionales como los bancos buscan a la desesperada reducir el stock de vivienda que las lastra, sobre todo el que acumulan en la costa.

De modo que para estas zonas han empezado a realizar descuentos bastante mayores, de hasta el 60 por ciento en los casos más extremos e incluso con financiación a la medida. No obstante, el mercado de la segunda vivienda está completamente paralizado.

Y ahora que el tradicional inversor británico no compra debido a la crisis que sufre en su país y la inseguridad jurídica que percibe por nuestra ley de costas, hay que hacer esfuerzos para atraer a otros foráneos. El ministro Blanco ha estado de gira en el extranjero intentando convencerles de las oportunidades que pueden encontrar en nuestro país a pie de playa. Sin embargo, la iniciativa ha sido en vano.

Por ahora, los alemanes, nórdicos y rusos son los que se muestran más interesados, pero los expertos aseguran que cavilan mucho sus compras y buscan precios ajustados. Existe todavía una incertidumbre sobre los precios que impide pensar que hayan tocado suelo.

Además, muchas áreas están alejadas de los centros urbanos, en lugares con pocas infraestructuras justo cuando los ayuntamientos no disponen de los fondos para proveerlas. Pese a que estamos a dos horas en vuelo low-cost de millones de personas, nos va a costar mucho reactivar la Florida de Europa.

Hemos querido ordeñarlo a golpe de impuestos, altos precios y bajas calidades, y ahora debemos aprender que es un sector sostenible si lo tratamos bien.

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