Miguel Hernández escribió que el tiempo se pondría amarillo sobre la fotografía. Lo que nadie dijo es que antes alguien la pondría verde. Este Gobierno no sólo se hizo en varias ocasiones la foto con los banqueros para reflejar una relación idílica, también afirmó muchas veces que contábamos con la banca más solida.
Y hasta ha articulado un plan de ajuste del sistema, el Frob, que no cambia a los gestores pese a inyectarles dinero público. Durante dos años, la única crítica de este Ejecutivo a la banca española era que no concedía crédito.
Pero el discurso ha virado 180 grados a la caza del voto perdido en el 15-M, un habitual caladero de votos del PSOE: Rubalcaba ahora sostiene que las entidades habían concedido demasiados créditos con riesgo y que no pueden cobrar las hipotecas a costa de la gente. Y a sus declaraciones se han sumado José Blanco y Valeriano Gómez. ¿Pero el problema no era que no prestaban?
El plan para proteger a los embargados tan sólo dificultaría el crédito, en especial a los menos pudientes, porque a mayor riesgo del banco para cobrar, mayor precio tendrá la deuda. La demagogia podría crear un blindaje para los que tienen su hipoteca, pero dejaría fuera a una buena mayoría, muchos de ellos del 15-M.
Y si la banca prestó con tanto riesgo, ¿por qué no lo regularon antes? ¿Acaso porque las Administraciones se financiaban con el inmobiliario? ¿O porque los que lo concedieron fueron directivos politizados de cajas que se sobredimensionaron sin criterio? Éste es el problema que seguimos sin arreglar.
Por mucho que Rubalcaba diga que tiene las soluciones, es para plantearse si un buen chivo expiatorio es tan bueno como la solución.