Opinión

Balance de una legislatura pseudoreformista

E l último Debate sobre el Estado de la Nación del presidente Zapatero aconseja evaluar el año de las reformas exigidas desde Bruselas. Adelanto mi conclusión: ha faltado convencimiento y determinación, y el cambio de discurso se ha hecho más por aplacar a nuestros acreedores que por convicción -no ya ideológica, que era imposible, sino funcional-. El camino hacia la ortodoxia económica no se ha emprendido como receta para la recuperación económica, sino porque nos lo han impuesto, porque, malgré nous, en Europa han triunfado las tesis de la austeridad y el ajuste. Y España, como país dependiente, no tenía alternativa. Tres eran las reformas exigidas: la recapitalización del sistema bancario, el ajuste fiscal y las políticas de competitividad con especial incidencia en el mercado de trabajo. Hagamos balance de ellas.

La privatización de las cajas ha dado un paso decisivo con la fecha de salida a bolsa de Bankia y Banca Cívica. Hay, pues, motivo de satisfacción, pero también de preocupación. Los analistas han sido unánimes: sólo hay posibilidades de éxito en el tramo bajo de los precios anunciados, con descuentos cercanos al 60 por ciento, y aun así recurriendo al tramo minorista en exceso. Se confía en el poder comercial de la red y en la autoridad moral de los directores de sucursal, pero se corre el riesgo de fagocitar la base de depósitos. Si el precio es lo suficientemente atractivo, léase bajo, habrá auténticos inversores privados, preferentemente extranjeros, y se habrá diluido una parte del riesgo España. También hay consenso en que el resto de las cajas tendrán que recalar en el Frob en porcentajes importantes de su capital, lo que obligará finalmente al Banco de España a acabar con el exceso de capacidad instalada en el sector con el objetivo de minimizar el coste para el contribuyente, que en todo caso será muy superior a lo anunciado. En resumen, un balance agridulce donde los errores en el diseño han alargado el plazo y aumentado el coste.

Los interrogantes sobre el ajuste fiscal en marcha no han desaparecido. Se sigue confiando en un crecimiento excesivo de la recaudación que pospone ajustes adicionales que, a estas alturas, parecen inevitables. Pero lo más preocupante es que se sigue jugando a Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Mientras se debilita la restricción presupuestaria de las CCAA coqueteando con utilizar los Fondos de Reserva de la Seguridad Social para comprarles sus bonos patrióticos y permitirles seguir gastando cuando ya nos son sujetos de crédito, se promete una ley que fije el techo de gasto de esas mismas comunidades autónomas, ley que no tendrá efectos hasta 2013.

Una broma de mal gusto. Por no hablar del copago sanitario como instrumento de confrontación electoral o de la censura administrativa sobre las tasas académicas. En definitiva, el ajuste estructural... que lo hagan otros, porque yo bastante tengo con aguantar el chaparrón de congelar la inversión pública y guardar facturas de proveedores en el cajón.

De las reformas para la competitividad, baste decir que el silencio es absoluto, porque no está el horno electoral para lesionar derechos adquiridos de poderosos grupos de interés ni para enfatizar la unidad de mercado. Los cambios en el marco de relaciones laborales, tanto la reforma del verano pasado como la última sobre negociación colectiva, son tan cosméticos que han sido calificados unánimemente, en España y fuera de ella, como una gran oportunidad perdida.

Capítulo, pues, en el que todo está por hacer y ya nada es posible en esta legislatura. Con este balance en mente, que ha intentado ser objetivo, es difícil llamar al Gobierno reformista y justificar la extensión de esta actitud de pasiva resignación más allá de lo estrictamente inevitable: el verano.

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