Opinión

Grecia nos marca el pulso

Cual Penélope tejiendo y destejiendo su sudario, la UE trató de ganar tiempo ante la crisis griega posponiendo las decisiones más duras y negando la evidente insolvencia helena.

Por evitarse un quebranto asumible y ponderable, con impacto en la banca gala y germana, la macroestructura decisora europea alimentó la ira del mercado, cuyo colmillo se afila cuando huele España o Italia, más sistémicas para el euro que los tres rescatados y, visto lo visto, capaces de plantear problemas inabordables para la maquinaria europea.

La solución a Grecia es una quita dentro de una reestructuración ordenada y sincera, donde se acepten pérdidas de mayor o menor grado para los acreedores. Pero la opción ha sido alargar plazos, estirar el fallido mecanismo de rescate y pedir más ajustes. Recortes inabordables para una economía de salud media; mucho más para la maltrecha Grecia, que verá su crecimiento estrangulado por el segundo plan que hoy vota el Parlamento heleno, con cada vez menos partidarios, tanto en la oposición como en las filas socialistas.

Aunque Papandreu logre sacarlo adelante, no podrá dar a Merkel el consenso que exigía para apreciar el compromiso con las inyecciones recibidas. Y la calle ya ha votado: algaradas, violencia, concentraciones... No se da el clima para implantar las medidas incluso si se aprueban. Un escenario que hace todo menos calmar a los mercados, que verán en Italia y España, por su alta deuda en términos absolutos, dos enemigos a los que hostigar con intereses y sobrecostes. El Parlamento griego marca hoy nuestro pulso, con repercusión máxima en la zona euro y, por tanto, en la recuperación mundial.

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