Acaba de tomar forma el primer desacuerdo serio en el seno de la OPEP en los últimos 20 años. El debate tiene dos polos. Uno, secundado por Arabia Saudí, Kuwait, Qatar y EAU, aboga por elevar la producción de crudo para presionar su precio a la baja y favorecer la recuperación mundial.
Enfrente se sitúan Irán, Libia y Venezuela, entre otros. Estos anteponen la financiación de sus políticas y su propio bienestar fiscal y presupuestario, amenazados por las mayores inversiones que acarrearía el aumento de la producción.
Los sauditas están dispuestos a elevarla al margen del desencuentro. De facto, desde 2008 la OPEP rebasa el objetivo por ella misma marcado en 1,9 millones de barriles diarios.
Su desmarque puede soplar a favor de la reactivación económica cuando todavía genera muchas dudas.