Opinión

La nueva España

Vivimos, probablemente, el momento más crítico de la crisis. Las economías emergentes comienzan a desinflarse ante la amenaza de un alza de los tipos de interés que corte las alas a su crecimiento. Igual ocurre en EEUU, donde el fin de las inyecciones monetarias de la Reserva Federal, unido a las restricciones presupuestarias, devolverán al país a la cruda realidad en los próximos meses.

A este panorama internacional incierto se suma la crisis griega. El país, otrora pozo de la sabiduría clásica, se abandonó a las malas prácticas, como las familias venidas a menos. Con una deuda equivalente al 150 por ciento del PIB, nadie discute que jamás podrán pagar su deuda ni devolver los empréstitos de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional (FMI), ni por supuesto de la gran banca.

La situación es complicada. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller Angela Merkel corren el riesgo de tener que rescatar a sus bancos si estos asumen quitas en la deuda helena. Pero lo contrario sería pasar la patata caliente al FMI y el Banco Central Europeo (BCE), que también necesitaría un capital adicional por parte de los estados miembros, para asumir los costes.

Libertad a los bancos

El mecanismo diseñado aún debe concretarse, pero consiste básicamente en dar libertad a los bancos para negociar con Atenas, en lugar de imponerles unas condiciones, que consistirían en aplazar sus cobros siete años bajo la amenaza de cerrarles las puertas de la financiación del BCE.

La canciller germana ya declaró este fin de semana que su país no podía permitirse dejar caer a Grecia, porque ello arrastraría al resto de la Unión Europea, como ocurrió con el desplome de Lehman Brothers en septiembre de 2008.

Ahora bien, quien crea que la tormenta ha pasado porque ayer se relajó la prima de riesgo y se recuperaron las bolsas europeas está equivocado. El programa de salvamento griego es, en realidad, un plan piloto para el resto de la Unión Europea. El ministro del Tesoro irlandés, Michael Noonan, conocedor de los planes franco-germanos, corrió el miércoles pasado a solicitar una quita para los importantes capitales destinados a reflotar la banca de su país. Algo similar demandarán los portugueses, en cuanto formen Gobierno.

El efecto dominó se pondrá en marcha

El efectó dominó se pondrá en marcha. El temor de los mercados es que llegue a España, porque la banca francesa o alemana, así como las instituciones internacionales podrán aguantar con dificultades el pesado lastre de griegos, portugueses o irlandeses, pero jamás el de España.

Lo paradigmático del caso español es que el país es viable, pero está mal gestionado. Un informe publicado en elSuperlunes de elEconomista cifra en algo más de 30.000 millones el gasto público duplicado. Sólo la eliminación de esas dobleces representaría algo más del 3 por ciento del PIB y permitiría cumplir sobradamente los objetivos de déficit para los próximos años.

El vicepresidente tercero, Manuel Chaves, habla ahora de eliminar ayuntamientos y reformar el Senado. Qué pena que después de más de una década de presidente andaluz no se le haya ocurrido antes para aplicarlos en esta autonomía.

¡Enhorabuena! Ha colocado al país al borde del abismo

El Fondo Monetario contribuyó ayer a sembrar el aire de optimismo al rebajar al 5,1% la previsión de déficit para el próximo año debido a las medidas de saneamiento. ¡Enhorabuena! Han tenido que colocar al país al borde del abismo y rozar los cinco millones de parados para que la aún vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, adoptara medidas.

Eso sí, entretanto, Rubalcaba ha comenzado su campaña para culpar a la banca de la crisis. Esta semana, lanzó contra ella al titular de Trabajo, Valeriano Gómez, y el viernes destapó la cuentas de la familia Botín en el HSBC.

De todas maneras, poco importa lo que diga o haga ya el Gobierno de Zapatero. Está en el tiempo de descuento. El centro de atención está puesto en el líder de la oposición, Mariano Rajoy y su equipo, ya que su programa económico es el secreto mejor guardado en estos momentos. Pero los gestos con los que se estrenan sus barones pueden servir para leer el futuro.

El plan de Aguirre

El presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, parece dispuesto a cambiar su fama de manirroto por la de austero. En su discurso de investidura, anunció importantes recortes en el gasto y las subvenciones. La presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, sacrificó la cabeza de su consejero de Economía, Antonio Beteta, después de que se le fuera la mano con el déficit en el primer trimestre y disparara el 16 por ciento la deuda. Aguirre reduce una consejería. El desafortunado es Francisco Granado, de quien se cuenta que vale más por lo que calla que por lo que dice, y con lo que pretende dar carpetazo a la trama Gürtel.

Ahora sólo cabe esperar que su hombre fuerte, el todopoderoso vicepresidente Ignacio González, quien presume de que sin su consentimiento no se mueve una pluma en el caserón de Sol, sanee también su propio armario. González tienen fama de financiar con coste al erario público a los medios de comunicación afines. Para ello, no tiene rubor en utilizar empresas públicas como el Canal de Isabel II, del que es presidente.

Cospedal llega con la idea de poner patas arriba los cajones para aplicar un duro plan de austeridad. Si la España que viene es la del rigor en el gasto y la supresión de duplicidades, vamos por buen camino. Ahora habrá que demostrarlo.

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