Con el riesgo de la deuda en más de 250 puntos, con Cataluña, que significa un agujero económico mayor que el de Portugal, con sus camaradas quemando y destruyendo documentos como si anduvieran por el Berlín de abril de 1945 y, sobre todo, con mas de cinco millones de desempleados, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ya debería haber dimitido hace mucho tiempo, abriendo así el camino para que alguien intente solucionar todos los desaguisados provocados por su pésima gestión.
Tendría que haber sido así, porque resulta obvio que ZP no tiene la menor voluntad, el menor interés, ni el menor deseo de llevar a cabo una serie de reformas que, no por duras, resultan menos indispensables. Sin embargo, Zapatero ha decidido permanecer en el poder como aciago perro del hortelano por una sencilla razón: la de impulsar una nueva hornada de esas leyes inicuas y disparatadas por las que pasara a la Historia, no precisamente bien.
De entrada, nos va a dejar ese adefesio jurídico que es la Ley de Igualdad, para mayor gloria y provecho de los lobbies feminista y gay. Luego vendrá la Ley de Muerte Digna como apertura de una puerta ancha hacia la eutanasia en los hospitales que pagamos entre todos los contribuyentes, aunque luego las cuentas no le salgan a nadie. Y finalmente, ZP va a dejar establecido el futuro del Valle de los Caídos, un asunto que no le importa un pepino a nadie, salvo a cuatro fanáticos.
Y mientras tanto, España se cae a pedazos ante la amenaza de la quiebra y la intervención cerniéndose sobre nuestras cabezas. Da lo mismo.
Como el desequilibrado de Nerón, Zapatero contempla hoy a España ardiendo en la miseria que él ha provocado y se dedica a entonar odas a su gestión, convencido de que es genial. ¡Pobre necio! Tan sólo es un déspota testarudo.
César Vidal. Historiador y director del programa La Noche de Es.Radio.