Opinión

Amity Shlaes: Lo que Paul Krugman obvia sobre la reedición de 1937

Y si sigue aumentando? Es lo que se preguntan los estadounidenses cuando analizan la tasa de paro del 9,1 por ciento del mes pasado, un porcentaje muy alto 33 meses después de desencadenarse la crisis. Los especialistas en historia económica se hacen otra pregunta: ¿se está repitiendo 1937?

Ese año, cuando EEUU esperaba que su economía por fin saliera de la Gran Depresión, la bolsa volvió a declinar: el índice industrial DowJones cayó de la banda de 190 a 100 en un año. El desempleo privado no rural, la medida de la economía industrial de Roosevelt, creció a más del 18 por ciento. La producción industrial se redujo una tercera parte.

El problema era entonces monetario, dicen hoy algunos economistas. En The New York Times, Paul Krugman dijo recientemente que el endurecimiento monetario y fiscal causó la crisis de 1937 y que ahora podría estar asfixiando la economía e impidiendo la creación de empleo.

Krugman cita a Gauti B. Eggertsson, del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, quien hace poco publicó trabajos en los que destacaba que a finales de la década de 1930, como ahora, los precios de las materias primas estaban más altos. Los funcionarios consideraron que esos precios en aumento eran un indicio de inflación, por lo que se inclinaron por un ajuste. Se equivocaban.

Y esa versión de la historia se sostiene... en cierta medida. O hasta cierto punto, el punto de Lord Krugman. Después de un fuerte gasto durante las elecciones de 1936, el presidente Roosevelt había pasado a sentirse un "cabeza de familia holandés" ahorrativo, como escribió la periodista Anne O'Hare McCormick, y su Gobierno dispuso una reducción del personal del poder ejecutivo.

Exigencias Fed

El secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, proclamó que el Gobierno había "resuelto la Gran Depresión". Los aumentos de impuestos, una forma de endurecimiento fiscal, se convirtieron en ley. En enero de 1937, los estadounidenses empezaron a hacer pagos de Seguridad Social, lo que restó dinero que los trabajadores podrían haber gastado en alimentos, vivienda, ropa, bebidas alcohólicas.

En el plano monetario, la Fed duplicó las exigencias de reservas a los bancos para hacerlos menos vulnerables a una quiebra. Pero no esperaba que eso pusiera nerviosos a los bancos, llevándolos a acumular aún más reservas y a sacar dinero de la circulación. La Fed y el Tesoro también intervinieron en el patrón oro por temor a la inflación.

Pero en ese relato se omiten otros dos factores. El primero es el precio de la mano de obra. La Ley Wagner, el gran estatuto laboral moderno, se convirtió en ley en 1935. Hizo posible la closed shop, por la que sólo los trabajadores sindicalizados podían incorporarse a una empresa.

En 1937, una vez que Roosevelt ganó la elección, el líder sindical John L. Lewis y su Congreso de Organizaciones Industriales empezaron a utilizar su recien adquirido poder. La vida laboral del período está inmortalizada en fotos en las que se ven huelgas con sentadas en la planta de General Motors de Flint, Michigan.

"Un instrumento impensable"

En 1937, los días de huelga convocaron a 28 millones, mientras que en el año anterior habían participado 14 millones. Esas interrupciones del trabajo, y la amenaza de más, llevaron a las compañías a subir los sueldos más de lo que podían permitírselo. Los empresarios también contrataban menos. Por más que crecía la sindicalización, también lo hacía el desempleo no rural.

El segundo tema soslayado es lo que el académico Robert Higgs ha llamado "incertidumbre del régimen". La victoria de Roosevelt en 1936 había sido tan convincente que la gente pensaba que el presidente podría hacer cualquier cosa. Y él reforzó esa convicción con un discurso de asunción tan enérgico que los modernos asesores presidenciales nunca lo habrían admitido. Roosevelt dijo al país que buscaba en el Gobierno "un instrumento de poder impensable". Eso asustó a los mercados y las pequeñas empresas.

Por momentos, a Roosevelt le complacía perseguir a las grandes empresas por medio de la regulación y responsabilizar de la desaceleración a nuevos sectores, como los servicios. Otros días invitaba a los empresarios al Despacho Oval y hablaba de asociación y de una tregua.

La falta de coherencia era un problema. El diario de un abogado de Ohio llamado Daniel Roth plasma el nerviosismo generalizado del período: "Hay una huelga siderúrgica en Youngstown y las acerías han cerrado", escribió en junio de 1937. "Los gobiernos estatal y federal parecen apoyar a los sindicatos y hay una completa disolución de la ley y el orden. No hay actividad empresarial".

Excesos de grandes empresas

Desde Gran Bretaña, John Maynard Keynes indicó a Roosevelt que estaba bien nacionalizar los servicios o dejarlos en paz, sin embargo, se preguntaba, ¿cuál era "el sentido de perseguir a las empresas de servicios cada semana?".

En ese sentido, los avances de los republicanos en las elecciones legislativas de 1938 fueron importantes porque revelaron a los estadounidenses que el poder de Roosevelt tenía límites. Por otra parte, la decisión de Roosevelt de concentrar su atención en Hitler y Stalin y olvidarse de los presuntos excesos de las grandes empresas también contribuyó a la recuperación.

Abordar esos dos últimos puntos en la economía actual no es difícil. Para abaratar el empleo, el Gobierno puede revertir la ley de cobertura de salud, nuestra versión moderna de la Ley Wagner, de modo que los empresarios no tengan que preocuparse de que la contratación implique aceptar costes que no puedan controlar ni predecir.

Otro impulso a la contratación sería una Junta Nacional de Relaciones del Trabajo más razonable, no la actual, que persigue a compañías como Boeing al estilo que señalaba Keynes con el objeto de subir los sueldos. Otra medida sería bajar los impuestos a los empleadores, grandes o pequeños. La incertidumbre disminuiría si los dos partidos se comprometieran públicamente a que el Gobierno fuera más pequeño e interviniera menos.

Desde luego, el problema no es un único Error de 1937 ni un solo Error de 2011, sino los múltiples fallos de ambos períodos.

Amity Shlaes. Columnista de Bloomberg View, investigadora del Council on Foreign Relations y supervisora del blog Echoes.

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