El Gobierno subió el Impuesto Especial sobre el Tabaco, uno de los que lo gravan. Pero sólo hasta abril se recaudaron 160 millones menos.
A la ley antihumo y la crisis, se suma ahora una guerra de precios iniciada por Philip Morris. Parte de la carga fiscal es proporcional al precio. Bajándolo se puede hacer un siete a las arcas públicas. Con esa baza jugó la tabaquera.
Bajo la excusa de que España, con el tabaco más barato de la UE, debería armonizarse fiscalmente con Europa, ha estrechado la diferencia de coste entre las marcas premium y las medias. Sólo unos céntimos las separan. Y ninguno si suben al fin los tributos.
Tanta ingeniería por la cuota de mercado revela los errores del Gobierno al gravar el tabaco. Cinco años después se repiten las guerras de precios. Debe mejorar su planificación impositiva.