Opinión

Editorial: Fomento recorta y el sector pierde

Los tijeretazos del Gobierno, aprobados in extremis para salvar la cara ante la UE y los mercados, han tenido especial incidencia en Fomento. Hasta el punto de que las constructoras estiman en 45.000 millones de euros la caída que propinarán a su cifra de negocio entre 2010 y 2014, y atribuyen a los ajustes del Ejecutivo el grueso de la culpa por las empresas y los puestos de trabajo destruidos en el ramo.

El centro de sus quejas es que el mordisco antidéficit haya sido más intenso en esta cartera. A ello añaden la deprimente perspectiva de encarar un periodo de previsible descenso de la licitación, tras los comicios de 2012. Pero lo cierto es que España cuenta con un nivel de infraestructuras razonable.

No hay una necesidad real de reforzarlas en plena lucha por la austeridad y ante una grave crisis. La obra pública no puede ser el clavo ardiendo al que se agarren las constructoras como si de un derecho inalienable se tratara. Para compensar los azotes de la coyuntura interna, han de afianzar en su diversificación e internacionalización, llevando su know how a mercados en crecimiento, como los emergentes, donde pueden diferenciarse. También deben aprender del pasado y calibrar mejor sus cálculos y diseños.

Las radiales de acceso a Madrid, desiertas de tráfico y sin haber atraído actividad económica al margen de sus arcenes, son un ejemplo de los errores de concepción cometidos. Tuvieron altos costes, incluidos los de expropiación, pero el celo en su diseño no fue proporcional al esfuerzo económico y hoy están en desuso. Un antiejemplo.

Así pues, en Fomento no basta con aplicar recortes. También hay que racionalizar y calcular mejor.

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