Opinión

Carlos de Benito: 15-M: ¿Es suficiente el voto?

Hemos vivido una campaña electoral atípica que será recordada por la protesta del 15-M. Una reacción inevitable que los partidos de izquierda, destinatarios también de la indignación, han tratado de utilizar a su favor, con lo que han venido a reafirmar las razones críticas de fondo que avalan esta protesta social.

La democracia nos ha deparado una generación de metapolíticos profesionales. Se ha creado una aristocracia del poder que ha ido estructurando en nuestro país una oligarquía de facto y que, como diría cualquier sociólogo, tiende de suyo a dotarse de medios para perpetuarse.

Por esta causa, los partidos políticos han desvirtuado su ámbito natural, invadiendo parcelas de poder que hubieran debido respetar, y esto se nota especialmente en la sensación de vacío institucional del Estado.

Los ciudadanos no entienden muy bien para qué sirven las instituciones si éstas se limitan a ser una correa de transmisión del partido, si en circunstancias extraordinariamente graves -como las que vive España-, los diversos poderes e instituciones del Estado, que debieran ser independientes y estar por encima de la lucha partidista, callan u otorgan.

Ni se les oye una palabra, ni se les ve un gesto, y entonces los ciudadanos se preguntan: ¿para qué sirven?, ¿para qué las pagamos si sólo existe el partido? Este sentimiento es extraordinariamente peligroso para la democracia.

El voto legitima, pero no otorga una patente de corso para hacer lo que al votado le venga en gana. Para garantizar este principio esencial del sistema democrático está la separación y el equilibrio de poderes del Estado, y cuando este principio no funciona, es lógico que los ciudadanos se indignen y reclamen una regeneración democrática.

La protesta que hemos vivido y aún viviremos debiera ser, sobre todo, una llamada al orden, en la clásica definición del orden como disposición que da a cada cosa su lugar propio, según razón, realizando la unidad para la consecución de un fin. Ahí debe encontrar la política su fundamento y justicia.

El gran valor del 15-M es el de ser un toque audible en la conciencia colectiva. La protesta no precisa legitimarse con propuestas, su legitimad procede de la denuncia, y eso es suficiente . El hecho de que haya descolocado a los grandes partidos y a determinados medios de comunicación que viven de la miseria partidista es signo de su oportunidad.

Los movimientos sociales son por naturaleza complejos, pero quién puede dudar de que en España está hoy justificado un movimiento que reclame una regeneración ética del poder político, que no ha sido propuesta ni es sentida como necesidad -a la vista de sus actos- por ninguno de los partidos mayoritarios.

Ahora bien, el 15-M pierde su razón en la medida en que deriva en propuestas parciales, más allá del corazón de su denuncia contra la corrupción política, la perversión del sistema y la falta de empleo, auténtico escándalo de nuestra sociedad.

Carlos de Benito. Profesor de Derecho del Trabajo y Dirección de RRHH Vicepresidente de AEDIPE. Universidad Francisco de Vitoria.

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