Opinión

Matthew Lynn: La caída de Strauss-Kahn marca la hora de renovar el FMI

No podría haber sucedido en un momento peor. Se estaba completando el rescate de Portugal y Grecia vacilaba al borde de un impago. ¿Y dónde estaba el director gerente del FMI?

El hombre que debía guiar la economía mundial en medio de este caos, Dominique Strauss-Kahn, se encontraba en una celda de Nueva York, a la espera de una nueva audiencia judicial por acusaciones de agresión sexual e intento de violación de una camarera de hotel.

El juicio de Strauss-Kahn pondrá fin a su carrera y transformará la campaña presidencial francesa, en la que era el candidato favorito para las elecciones del año próximo. La situación bien puede determinar el destino de la moneda única de Europa.

No hay garantías de que el próximo jefe del FMI apoye el euro con la misma decisión que Strauss-Kahn. Sin embargo, la consecuencia más importante del escándalo será el efecto que tenga sobre el propio organismo. Se ha evidenciado que designar en el cargo más alto a un político francés, alemán o hasta británico que tenga algo de tiempo libre ya no es suficiente.

El FMI desempeña ahora el papel más importante en la economía mundial. En los próximos diez años, presenciaremos múltiples crisis de deuda soberana derivadas de la exuberancia de la última década. También podemos ver la emergencia de un nuevo sistema monetario. El FMI es el único organismo que puede proporcionar liderazgo en ambos frentes, y eso exigirá una persona que tenga diferentes calificaciones y ambiciones. Por esa razón, el Fondo debe seleccionar candidatos internos y formar una nueva generación de líderes entre sus propias filas.

Presunción de inociencia

Strauss-Kahn, por supuesto, es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Niega todas las acusaciones, y su abogado dice que se declarará inocente. Tiene derecho a un juicio justo, y aún puede salir de este escándalo como un hombre libre. De todos modos, parece improbable que siga en su puesto cuando el caso llegue a su fin, por más que se le absuelva. La realidad es que el organismo necesita un nuevo director gerente. John Lipsky, que por el momento reemplaza a Strauss-Kahn, dejará su cargo a finales de agosto.

La tradición establece que el puesto le corresponde a un europeo. Con frecuencia, recae en un francés. Por lo general, se trata de exbanqueros, ministros de Hacienda o altos funcionarios. No habrá escasez de candidatos de ese tipo. Ya se ha hablado de Christine Lagarde, la ministra de Hacienda gala, en relación con el cargo. Lo mismo pasa con Axel Weber, el exjefe del Bundesbank.

Al ex primer ministro británico, Gordon Brown, le complacería dirigir el FMI, si bien parece improbable que consiga el apoyo del Gobierno británico. Sin duda, pronto leeremos sobre los relativos méritos de los banqueros centrales españoles y los ministros de Hacienda suecos a medida que se desarrollen diferentes campañas. Muchos de ellos serían muy adecuados.

Lagarde es inteligente y experimentada, y ha impresionado a muchos por su habilidad en la conformación de los paquetes de rescate del euro. Weber demostró su independencia y su integridad al frente del Bundesbank.

Nuevo líder

El FMI necesita ahora un nuevo tipo de líder. El cargo más importante no debe seguir siendo un premio-consuelo para quien no logró acceder a la jefatura del BCE. Tampoco debe ser un trampolín para llegar a la presidencia de Francia, ni una alternativa al golf para primeros ministros derrotados. Tiene que ser la cima de una carrera, no algo que se suma al currículum para aspirar a algo mejor. Nunca existirá un momento más importante para cambiar la cultura de liderazgo del FMI.

La crisis de deuda soberana está en sus comienzos. Grecia, Irlanda y Portugal son sólo la punta de un iceberg enorme. Países mucho más grandes enfrentarán gigantescos desafíos fiscales en la próxima década. El Fondo tendrá que anticipar los impagos y evitar que se conviertan en una crisis financiera más general.

Al mismo tiempo, el papel del dólar como moneda de reserva se encuentra en declive a largo plazo. Con el ascenso de las emergentes, EEUU ya no puede mantener su posición de centro del sistema financiero. En algún momento, hará falta una nueva divisa de reserva. Podría basarse en una cesta de monedas o en el oro. Tal vez en algo que nadie ha imaginado aún. Independientemente de lo que sea, el FMI será clave para su creación, así como para estabilizar la economía global en la peligrosa transición de un sistema a otro.

Para hacerlo, debe permitirse que el Fondo desarrolle sus propios líderes desde dentro. Quienes dirigen los bancos centrales no son expolíticos ni ministros de Hacienda que aterrizan en ese cargo. Los bancos centrales tampoco son grandes empresas.

Quienes los dirigen son hombres -en ocasiones mujeres- que han hecho sus carreras en esas instituciones. Cuando llegan al cargo máximo, conocen los temas y saben cómo quieren abordarlos. El FMI ya cuenta con funcionarios propios talentosos. Lo que importa no es si el director gerente procede de Europa. Lo que cuenta es si tiene los conocimientos, la experiencia y la visión para desempeñar la función.

Strauss-Kahn bien puede abandonar el puesto en estas desgraciadas circunstancias. Pero si su caída deja establecido que el FMI necesita un tipo de líder diferente, le habrá prestado un servicio inesperado a sus colegas de Washington.

Matthew Lynn. Analista de Bloomberg y autor del libro sobre la crisis de la deuda griega Bust.

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