
Se ha cumplido un año desde que Grecia se vio obligada a buscar un rescate de sus pares de la zona del euro, y los ánimos difícilmente pueden ser más sombríos. Los rendimientos de los bonos han crecido a niveles en extremo elevados. El coste del seguro contra un impago griego ha llegado a un punto récord.
En realidad, Grecia debería haber celebrado el aniversario del paquete de rescate de forma diferente. Tendría que haber anunciado el repudio de algunas deudas. Cuanto antes imponga Grecia una quita, por usar el término del mercado financiero para referirse a las pérdidas producto de un impago, mejor para todos.
Las demoras derivan en mayores quitas, y el análisis económico indica que cuanto mayor sea esa quita, más se sufrirá luego. El daño que se infligió a la economía griega es demasiado grande.
Por otra parte, una vez que se acepten los impagos en la zona del euro, puede comenzar una conversación sensata sobre cómo resolver la situación de la moneda única.
En el transcurso de la última semana, los precios del mercado han demostrado que la mayor parte de los operadores piensa que el impago heleno es un hecho. El rendimiento de la deuda griega a dos años se ubica en el entorno del 25 por ciento. Sólo la más codiciosa de las compañías de crédito cobra ese tipo de tasas. Y el coste de asegurar la deuda soberana griega se disparó hasta un récord.
Los precios de las permutas de riesgo crediticio sugieren ahora que hay un 67 por ciento de probabilidades de una quiebra. Aunque en realidad no tiene mucho sentido comprar esta protección. Es como asegurarse contra la posibilidad de que llueva en Londres el año próximo: es sólo cuestión de tiempo.
Los funcionarios de Atenas y Bruselas siguen insistiendo en que el impago no es una opción. Deberían dejar de simular. Ésta es la razón: los mercados pintan los impagos como catastróficos, sobre todo porque los banqueros y gerentes de fondos responsables de la mayor parte de los comentarios de opinión pueden perder mucho dinero. Que los países no logren pagar sus deudas es algo habitual. La diferencia, sin embargo, es la magnitud de la quita.
Castigo de los mercados
Un trabajo que presentaron este mes Juan Cruces y Christoph Trebesch en una conferencia de la Royal Economic Society en Londres, analizó todas las reestructuraciones de deuda entre países y tenedores de bonos y bancos extranjeros desde 1970, un total de 202 casos en 68 países. Determinó que "las reestructuraciones que comprenden quitas más extensas (ritmos de recuperación más bajos) se relacionan con diferenciales subsiguientes mucho mayores (costo crediticio) y períodos más largos de exclusión del mercado de capital". En otras palabras, cuanto mayores son las pérdidas infligidas a los tenedores de bonos, mayor será luego el castigo de los mercados, y más tiempo pasará hasta que pueda volver a accederse a los mercados de capital.
La posición deudora de Grecia empeora. La demora no es una opción. Sería mejor imponer una pérdida del 40 ó 50% a los tenedores de bonos este año que una pérdida del 70 u 80% en 2013.
El daño que se inflige en este momento a la economía griega es catastrófico. Se estima que el desempleo aumentará y superará el 15 por ciento este año. El banco central calcula que la economía se contraerá otro 3 por ciento en 2011, a pesar de que el resto de la economía global experimenta una recuperación que, aunque modesta, es sostenida.
El Gobierno sigue reduciendo el gasto -este mes se anunciaron nuevos recortes de 22.000 millones de euros-, lo que no hará más que deprimir aún más la economía. Aún hay muy pocos indicios de que las exportaciones puedan compensar la caída de la demanda interna. No se puede salir de una crisis sólo con recortes. En algún momento, la economía griega tiene que volver a crecer. Hasta ahora, nadie ha explicado cómo se puede lograr esto.
En última instancia, una vez que Atenas haya entrado en impago, puede comenzar una conversación seria sobre cómo reconfigurar la zona del euro. El Plan A era salvar a Grecia, acordar un rescate, hacer que el país volviera a encaminarse y evitar el contagio. Es evidente que no ha funcionado. Grecia no da muestras de recuperarse, y tanto Irlanda como Portugal han tenido que solicitar rescates. Si eso no convence a la gente de pasar al Plan B, es difícil saber qué lo hará.
Aceptar lo inevitable
Atenas debería aceptar lo inevitable, anunciar una quita del 50% de su deuda e imponer una suspensión de tres años del pago de intereses sobre el resto. Podría ofrecerse a los tenedores de bonos pagos vinculados al crecimiento económico de modo tal que, a medida que Grecia se recupere, reciban un reembolso de una cuota mayor de su dinero.
Con el dinero ahorrado en el reembolso de la deuda, el país heleno podría iniciar una reestructuración de su economía mediante el restablecimiento de la demanda y la creación de industrias exportadoras y condiciones competitivas que son lo único que le permitirá sobrevivir en la zona del euro. El resto de Europa podría abandonar la empresa inútil de rescatar a Grecia de un impago y empezar a concentrarse en cómo lograr que la eurozona funcione mejor.
No tiene sentido seguir prolongando la agonía, menos aún hasta el segundo aniversario del paquete de rescate. Debería ponérsele fin para finales de mayo. Después de esto, todos podrían avanzar.
Matthew Lynn. Analista de Bloomberg y autor del libro sobre la crisis de la deuda griega Bust.