...¿Y España? La reedición de la crisis helena bien podría provocar un venta masiva de los bonos de los Estados periféricos, y esto volvería a colocarnos en el punto de mira de los mercados. Llegado ese momento de turbulencias, que la situación se envilezca o no hasta niveles insostenibles dependerá principalmente de la evolución de nuestro PIB.
En ese caso, habría que evitar a toda costa que se nos identifique con Portugal, un país que apenas crece y que sufre problemas de competitividad endémicos. Si el mercado considera que pasaremos demasiado tiempo sin crecer y con la brutal carga de tantos parados, entonces se replanteará nuestra capacidad de devolución de la deuda.
Por ahora, las cifras de crecimiento de nuestra economía no han sido alentadoras. El aumento del PIB se encuentra en el 0,7 por ciento interanual, y esa cifra supone la mitad del 1,3 por ciento previsto por el Gobierno. Lo que significa que las cuentas del Ejecutivo no cuadran y habrá que aplicar mayores recortes o alzas de impuestos. Justo cuando los ayuntamientos y autonomías tendrán que hacer también sacrificios.
Sólo que estas medidas se plantearán en medio de un contexto electoral, algo que podría demorar la toma de decisiones para evitar el coste en las urnas o incluso con el afán de dejar la patata caliente al que venga. Pero Zapatero no debe ceder a esta tentación. Tal impasse arriesgaría dejarnos expuestos a la tormenta que se prepara.
Como capitán del barco, tiene la responsabilidad de volver a tomar cuanto antes las medidas para reconducir el navío hacia aguas más tranquilas. ¿Transita otra vez el destino del euro por España?