Las entidades ofrecen hipotecas cada vez más caras y con exigencias más estrictas. El encarecimiento no procede tanto del alza del euribor como del aumento de los diferenciales que añaden sobre éste, para garantizarse mejores márgenes. Y el endurecimiento de las condiciones también les beneficia, pues ante menor riesgo potencial las provisiones se contienen. Sólo se flexibilizan los requisitos cuando se refieren a inmuebles propiedad de la entidad, lo que también mejora los balances. Es decir, a través del racionamiento y la complicación de las condiciones hipotecarias, la banca intenta aliviar su posición financiera. ¿Y esto a qué se debe?
Es verdad que hay un proceso de desendeudamiento necesario y eso implica que hay menos peticiones de crédito solvente. Pero resulta igual de cierto que el sector se encuentra en una situación apurada. Ante las sospechas que despiertan algunas entidades y la prima de riesgo que tienen que pagar por ubicarse en una economía plana como España, deben cuidar mucho que no les falte la liquidez por si vuelven a ser fustigados en los mercados mayoristas. Sus márgenes se han estrechado en una pugna atroz por los depósitos; deben evitar que entren más clientes en mora y carecen de negocio para mantener una estructura sobredimensionada. Si bancos como el Santander y BBVA ya anuncian que reducirán el crédito... ¿qué no harán los demás? Y unos tipos de interés al alza pueden incluso empeorar el panorama. Así las cosas, la reactivación del préstamo, dinamizador de la economía, se ve lejana. El sector financiero sigue purgando heridas que deberían haberse tratado mucho antes.