El Banco de España sabía que el agujero de la CAM era mayor, pero en su afán por colocarla se abstuvo de informar a Cajastur. De ahí el repentino deterioro que surgió después en las cuentas de la CAM y la desintegración de Banco Base.
Los inspectores del supervisor revisan de continuo los balances. No hay duda de que nadie tiene más información que ellos, luego no puede afirmarse que éstos se hayan equivocado. Aunque obviamente se trate de una parte interesada, el propio presidente de Cajastur se quejó de que lo habían engañado.
Los directivos del banco central tomaron esta decisión presuntamente para disminuir la presión sobre las cajas. Pero tales hechos plantean una pérdida de rigor técnico y despiertan numerosas dudas sobre su labor: ¿puede haber mayores agujeros en otras entidades?, ¿quién se va a creer ahora los 15.000 millones que necesita el sector?, ¿habrán seguido más bien la cifra que dio el Gobierno de 20.000 millones? Desde el comienzo, el gobernador ha negado la verdadera dimensión de los problemas.
¿Se acuerdan del sistema más robusto antes de tener que fusionar a 45 cajas? Incluso después de que se desmoronase, dijo que Banco Base era un buen proyecto. Y se reafirma en que ha habido saneamientos. Pero no piensan lo mismo los posibles inversores, que desconfían de las limpiezas de las cuentas, sobre todo por el inmobiliario y unas malas perspectivas económicas para un sector aún sobredimensionado.
El peligro radica en que se considere al Estado responsable de todos los pasivos una vez entre en las cajas. Al querer taparlo todo, Ordóñez ha hecho una chapuza. Ahora debe dar muchas explicaciones.