Esta semana se han conocido dos temidos acontecimientos: el paquete de ayuda a Portugal y la subida de tipos en 25 puntos básicos. Ni uno ni otro socavan la tendencia al alza de la bolsa y a la baja del coste de la deuda española. España regresa, aunque sea con sigilo, a la primera división de los países occidentales, lo que le debería permitir financiarse sin sombra de sospecha.
El mercado de las emisiones de deuda comienza a abrirse para las constructoras. Grandes entidades, como el Santander de Emilio Botín, reducen de manera significativa el coste de financiarse en los mercados. Existe, además, la posibilidad de que en los próximos meses se produzca la conjunción de varios astros, como ocurre durante los eclipses de luna. Se espera una Semana Santa y un verano con una afluencia de turistas récord. Ello, unido a la buena marcha de las exportaciones y a la desaparición de las tensiones sobre la deuda, dibuja un panorama esperanzador. Muchos dirán y qué hay de mi empleo, o del préstamo de mi pyme. Esto aún debe esperar. Las cosas no se resuelven de un día para otro, pero por algo se empieza.
El anuncio de la marcha de Zapatero, en contra del presagio de varios grandes empresarios, puede convertirse en un antídoto contra la crisis, siempre que éste cumpla con su palabra sobre las reformas.
Los sindicatos de Méndez y Toxo y la patronal presidida por Rosell se han dado tácitamente de plazo hasta finales de la próxima semana para alcanzar un acuerdo. Si no se logra, como dejó entrever Rosell, Zapatero debería legislar sobre los convenios colectivos sin temblarle el pulso. En estos momentos, más de la mitad se quedan sin firmar porque las empresas no pueden trasladar a sus nóminas el alza en el Índice de Precios de Consumo.
El compromiso laboral sería la manera de contrarrestar las incertidumbres ante la posible intervención de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM). El ánimo de Botín se ha enfriado, después de llegar a plantear en público la posibilidad de quedársela sin un esquema de protección de activos por parte del Banco de España. El motivo está en que la morosidad de la cartera inmobiliaria puede ser mucho mayor de lo esperado, en torno a los 4.000 millones. Una cifra que por sí sola duplica el precio que se barajaba por los activos de la caja alicantina. El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, está desesperado por encontrar algún fondo inversor que entre en su capital. Pero ni regalada la quiere nadie.
Lo peor está por venir. Así piensa el presidente de Bankia, Rodrigo Rato, quien esta semana advirtió del riesgo de que haya alianzas de cajas que fracasen. La salida a bolsa de Bankia es la única que apenas genera dudas. El precio de salida llevará un descuento de alrededor del 40 por ciento sobre su valor en libros. "Va a salir bien, sí o sí, porque todo el sector nos jugamos con ello la credibilidad", señala el presidente de un banco que prefiere mantener el anonimato.
Rodrigo Rato y José Luis Olivas han creado un gigante que, en cierto modo, desafía las leyes de la gravedad al hacerse acreedor del dicho de "demasiado grande para caer" utilizado por el ex secretario del Tesoro americano, Henry Paulson, para ayudar a la banca tras lo de Lehman.
Curiosamente, el centro de gravedad de las inquietudes y comidillas del sector se ha traslado de CatalunyaCaixa o Novacaixagalicia a Banca Cívica. Las dos primeras contarán con cuantioso apoyo público y el respaldo de sus respectivos gobiernos autonómicos. El tren de vida del copresidente de Banca Cívica, Enrique Goñi, en avión privado de un lado para otro, o su nuevo despacho de dimensiones estratosféricas en una céntrica torre madrileña, comienzan a dar mucho que hablar. El secreto mejor guardado es el de su sueldo, al igual que el del otro copresidente de Banca Cívica y máximo responsable de Cajasol. En ambos casos más que duplicarían el de Rato, presidente de una institución mucho mayor. La entidad ha echado un manto de silencio sobre éstos y otros temas, al igual que el resto del sector. También se comentan las jugosas indemnizaciones que están llevándose algunos presidentes y responsables por abandonar sus puestos directivos, sin que desde el Banco de España se exija la más mínima transparencia, sino muy al contrario.
elEconomista destapó esta semana el fiasco de la oficina en EEUU de Banca Cívica. El proyecto fue diseñado a la medida del ego de su presidente, inauguración por todo lo alto con la Infanta Cristina en la avenida Pensilvania de Washington, a doscientos metros de los jardines de la Casa Blanca por los que pasean los Obama. Hasta el primer directivo de la oficina puso pies en polvorosa ante los constantes retrasos de la licencia para operar por parte de la Reserva Federal. Para más inri, Goñi y Pulido tuvieron que indemnizar a JC Flowers, el inversor americano que iba a entrar en su capital, por incumplimiento de lo prometido, lo que les está acarreando una merecida fama de trileros.
En estas circunstancias, se antoja muy complicado atraer inversores para la entidad. Y menos si Antonio Pulido sigue empeñado en engrosar la lista de los despropósitos con el levantamiento de una torre en el centro histórico de Sevilla para alabanza y gloria de su persona, con un coste estimado de 300 millones de euros. ¿Se pueden imaginar más disparates?
Zapatero, Salgado o el gobernador deberían poner fin a esta situación, en vez de pasar el día vanagloriándose de sus hazañas económicas, que pueden irse al traste si no se pone fin a estos dislates.