Portugal ayer tiró la toalla... y pidió el flotador. Su rescate estaba cantado. La suerte es que la banca española ha rebajado su participación y, aunque tiene buena parte de la deuda lusa, representa una pequeña porción del total.
Pese a esto, puede sufrir algún castigo en bolsa. La otra nota positiva es que el mercado ya distingue entre España y los lusos.
Nuestra evolución dependerá de que no la fastidiemos con una caja grande o un estancamiento profundo del PIB. En Lisboa, la inacción política ha sido decisiva y ya es el tercero que demuestra que los planes europeos no funcionan, porque la lógica asistencia se va convirtiendo en una trampa de recortes y tipos cada vez más altos.
El objetivo final debería consistir en aminorar la carga de deuda, pero el rescate no lo consigue, tan sólo gana tiempo... ¿O lo pierde?