Opinión

Lorenzo Bernaldo de Quirós: El baile de los 'malditos'

Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

La intervención de Portugal era inevitable y no había duda de que se produciría de inmediato. Sin embargo, ése no es el único problema que se plantea en el escenario europeo en el corto plazo.

La reestructuración de la deuda griega está cantada y la posición financiera de Irlanda es insostenible. Los rescates de Grecia y de Irlanda y las medidas adoptadas para estabilizar los niveles de endeudamiento de ambos países son insuficientes para conseguir ese objetivo.

Deuda insostenible

Desde esta perspectiva, el riesgo de una crisis de deuda que se contagie al resto de la periferia europea e incluso a algunos países centrales, como Bélgica, cobra una extraordinaria virtualidad. Esto es consecuencia de una pésima articulación de los paquetes de salvamento, ya que sin una reestructuración previa de la deuda, la capacidad de pago de los rescatados es inexistente. Sin este requisito elemental, Grecia, Irlanda y Portugal están condenados a la quiebra.

La deuda pública portuguesa es insostenible a tipos de interés del 10 por ciento y con unas expectativas de crecimiento planas. En este escenario, el aumento de la ratio deuda/PIB se situará alrededor del 115 por ciento en 2011. Al mismo tiempo, el sector privado apenas ha avanzado en la reducción de sus altos niveles de endeudamiento.

La deuda total del país, pública y privada, se sitúa cerca del 300 por ciento del PIB. Por añadidura, Lisboa comparte con Atenas una crónica ausencia de ahorro interno que le impide obtener los flujos necesarios para mantener el stock de capital y los niveles de vida existentes hasta el momento sin financiación exterior.

Intervención imprescindible

Esto supone también que el Gobierno carece de margen para compensar la reestructuración del sector privado, si el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente no se reduce de manera significativa, lo que es imposible sin una mejora radical de la competitividad, meta inalcanzable sin adoptar reformas estructurales.

Los desequilibrios lusos son de tal magnitud que es improbable que un paquete de 70 u 80.000 millones de euros sea suficiente para cubrir las necesidades de liquidez de Portugal para el período 2011-2013. Con los mercados financieros cerrados para los emisores de bonos portugueses, la intervención es imprescindible para evitar la bancarrota del país.

Los últimos datos de crecimiento económico en Irlanda son una pésima noticia, sobre todo para quienes confiaban en que el dinamismo del sector exportador lograse evitar la insolvencia del país. La contracción del PIB en 2010 y las perspectivas de que esa situación se mantenga en 2011 encierran a la economía irlandesa en un diabólico círculo vicioso. La caída del PIB conduce a mayores niveles de los ratios de deuda y de déficit.

En este contexto, la posibilidad de introducir reducciones adicionales del gasto público es muy estrecha y la opción de subir los impuestos sería letal para una economía estancada o en recesión. Es más, el alza de la fiscalidad sobre las sociedades, como ha propuesto el eje franco-alemán, supondría la pérdida de una de las principales ventajas competitivas de la economía irlandesa: su capacidad de atraer y retener compañías multinacionales. En suma, o bien Irlanda reestructura su deuda o en 2011 será un país insolvente.

La rebaja de calificación de la deuda griega realizada por las principales agencias de rating la sitúan entre el bono basura y un activo altamente especulativo. Ello condujo a los Estados europeos a recortar en un punto los tipos de interés del préstamo suministrado a Grecia y a alargar el plazo de madurez de su bono hasta los siete años y medio.

Las previsiones no alentan

A pesar de estos placebos, la posición financiera del país no ha mejorado, lo que hace insoslayable la reestructuración de la deuda helena a la vista de la evolución a la baja del crecimiento económico: la Comisión Europea prevé una contracción del PIB del 3 por ciento en 2011, y un alza del endeudamiento del sector público, un 150 por ciento del PIB en ese año.

Esto significa nuevas rebajas en la calificación de los bonos griegos en los próximos meses y, por tanto, la doble necesidad de suministrar más fondos europeos al país y, algo fundamental, reestructurar la deuda. La alternativa es que Grecia abandone el euro, lo que tendría implicaciones terroríficas para la economía helena y para la propia UEM.

En este marco, la tesis gubernamental de que los fundamentales de la economía nacional son sólidos o, al menos, mucho más que los de Grecia, Irlanda o Portugal es errónea por dos razones básicas: la primera, porque la coyuntura económico-financiera española condensa, si bien con menor intensidad, todos los elementos que han desencadenado las crisis de deuda en los demás estados periféricos.

La segunda, porque el Gobierno ha ido siempre por detrás de lo exigido por las circunstancias económicas y por los mercados para restaurar la sostenibilidad de las finanzas públicas, sanear el sistema banca-cajas y aplicar las reformas estructurales imprescindibles para poner las bases de la recuperación.

En este entorno, el peligro de una intervención de la economía española no ha terminado. Por añadidura, este riesgo tiene mayores probabilidades de materialización en presencia de un Gobierno interino, sin liderazgo y, por tanto, con una incapacidad absoluta de adoptar las decisiones de política económica que necesita España.

Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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