El aumento del desempleo sigue siendo la prueba de que el saliente Zapatero no puede cantar victoria ante la crisis. El mes pasado volvió a subir: 34.406 parados más engrosaron las listas de los Servicios de Empleo, cerrando el peor marzo de la serie comparable.
¡Menos mal que el Gobierno auguraba un buen dato! No obstante, es positivo el hecho de que la afiliación a la Seguridad Social haya crecido, tras siete meses de descensos.
La combinación de ambos registros demuestra que gran parte del alza del paro se debe a que se han apuntado como demandantes personas que antes no lo eran, bien por pertenecer al colectivo sin empleo anterior o por decidirse a buscar empleo movidos bien por la premura bien por una mayor confianza.
Desde este punto de vista, la mayor cifra de activos presenta un ingrediente esperanzador, pero en ningún caso supone un cambio de tendencia. Como mucho, una exigua inflexión. Así pues, la minirreforma laboral sigue sin materializarse en las cifras. Como el rayo de luz que atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo, así transita la reforma por nuestro marco laboral: sin estimularlo ni espolearlo.
También los contratos lo ponen de manifiesto: se firmaron un 2,89 por ciento menos que hace un año. Las medidas se han revelado insuficientes, así que los avances en materia de negociación colectiva se tornan ineludibles para avanzar hacia mayores dosis de flexibilidad. Cada presidente ingresa en la historia por una nota distintiva.
No sabremos cuál predominará en el caso de Zapatero. Pero, desde luego, no pasará como el gobernante que enmendó nuestro mercado de trabajo. Al contrario.