Anticipar una corrección bursátil y disfrutar finalmente de ella no es lo mismo cuando no tomas decisiones a todo o nada. Y yo ya no tengo ni edad ni cuerpo para temeridades. Por eso, cuando esperas más caída y no llega, se te queda cara de bobo aunque lleves capeando mejor que el mercado la corrección.
Algunos aciertan casi siempre, porque siempre dicen lo mismo. Son los que cuando se equivocan, una vez cada equis años, provocan pérdidas del 50 por ciento. Ya les conocemos. Otros trabajamos más cerca del mundo real, conscientes de lo débilmente previsible que es el mercado, adaptándonos, reptando por el suelo si es necesario. Los que no somos hijos de los dioses, sabemos que tenemos que tener los errores controlados, porque el único que nos ayuda es el buen Prometeo.
Hay quien saca pecho mientras sube y le hace creer al mundo que es un genio, para cuando baja esconderse en lugar de reconocer con normalidad el error -como hice la semana pasada- diciéndole al mundo que lo acontecido era imprevisible. Como en 2008, como en 2000, como siempre que esto se mueve realmente en contra... Intente levantarse del suelo después de que le hayan llovido puñetazos por todas partes. Nada. Se levanta el que pierde batallas pero gana guerras, el que está vendiendo esta semana Europa para protegerse y días más tarde comprando otra cosa si se ha dado un paso en falso. Los caminos de los dioses son caprichosos, y todo es más fácil si aceptas las ventanas que te abren en lugar de querer pasar por donde a ti se te mete en la cabeza.
Abrir la mente era la solución que le proponía básicamente la semana pasada, gracias a lo cual la renta variable en cartera se elevó significativamente vía emergentes. Y que se seque el Estigia si no ha salido mejor de lo que esperaba. El cierre mensual deja velas generalizadamente consolidativas confirmando mi temor de un mercado más fuerte de lo esperado. Las correcciones, si llegan, deberían aprovecharse para aumentar. Velocidad de crucero sólo con el Ibex por encima de los 11.200 puntos.
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