Con pocas semanas de diferencia, se han perdido en España tres importantes empresas fabricantes de motocicletas: Honda, Yamaha y Piaggio.
Las tres proceden de compañías españolas que, en su momento, fueron absorbidas por competidores extranjeros más grandes. Curiosamente, en contra de las pautas habituales, en esta tanda de deslocalizaciones, las tres casas madres optaron por llevar la actividad a países (Francia e Italia) con un nivel de renta -y salarios- superiores al de España.
Las tres empresas originales tenían marcas propias y productos de calidad que se vendieron durante décadas y que participaron con éxito en competiciones internacionales. Otras empresas nacionales del sector sobreviven con grandes dificultades porque, aunque disponen de productos innovadores y tienen pedidos firmes, carecen de financiación que les permita fabricar.
En otros sectores industriales, el goteo de cierres es parecido y cada uno de éstos suele ir acompañado de confrontaciones con el personal local, lo que incide en la actitud de otras empresas respecto a reinversión y crecimiento.
El número de sociedades anónimas vivas en 1999 -según el DIRCE- eran 133.410, y pasó en 2010 a 105.203, lo que supone una reducción algo superior a un quinto del número inicial. La pérdida de compañías industriales es más lamentable, si cabe, que las de otros sectores porque suele requerir más inversión, más tecnología y cualificación, al tiempo que reduce la dependencia de importaciones para atender la demanda interna.
Es fácil apelar a la crisis como causa, pero lo cierto es que las sociedades de responsabilidad limitada, aunque también se han reducido, han perdido muchos menos efectivos en los últimos años que las anónimas, probablemente porque son más complejas y rígidas que otras figuras. Aun así, parece que debe haber algo más que crisis y rigidez.
Probablemente, la reconfiguración de la globalización juega un papel importante, especialmente cuando no se han anticipado sus efectos, pero es conveniente ver este proceso a través de las distintas fases por las que ha pasado.
Atraer empresas extranjeras
El enfoque económico tradicional se basa, desde el último cuarto del siglo XVIII, en el Estado nación y en las ventajas comparativas frente a otros países. En la segunda parte del siglo XX, las empresas multinacionales ya eran capaces de saltar barreras nacionales y comienzan a sustituir las exportaciones por la producción de sus filiales en los propios países clientes, con lo que se saltan las barreras aduaneras y cuentan con otra base desde la que también pueden exportar a países terceros. Las ventajas comparativas se reducen y, en pocos años, la política industrial tiene dos caras: evitar la deslocalización de las empresas locales y atraer a las extranjeras. Por su parte, la política monetaria reduce su alcance ante la capacidad de otros países para contrarrestarla.
A finales del siglo XX, la estrategia deja de priorizar la producción propia para que se la realicen empresas de otros países, bajo sus criterios y supervisión, mientras se centran en proteger y desarrollar las tecnologías que permiten obtener diferencias relevantes frente a opciones alternativas que satisfacen la misma necesidad.
Búsqueda de centros de investigación
La ubicación de la producción pierde la relevancia inicial y los países emergentes pueden captarla gracias a que sus condiciones son preferibles a las ofrecen los países de tecnología intermedia. En la propia UE, hay una competencia creciente, básicamente de los miembros más recientes, para captar esas fábricas y los consiguientes empleos.
La competencia con los países emergentes, que pugnan para captar la ubicación de fábricas, es muy difícil para países como España. Incluso la continuidad de lo existente está en riesgo. Sin embargo, la posibilidad de atraer centros de investigación está abierta y es más prometedora que la producción física? si se cuenta con una capacitación de alto nivel entre los jóvenes que han de desarrollar las nuevas iniciativas.
Un equipo innovador es más valioso que una planta productora, está más a cubierto de intentos de traslado a otros países, aporta mejores puestos de trabajo y más recursos para el fisco. Esto, a su vez, requiere la excelencia en el profesorado y un entorno que facilite la vida de las empresas.
En este último aspecto una infraestructura de comunicaciones fiable, así como capacidad y voluntad políticas, pueden ser relevantes, máxime si aportan incentivos adecuados en el plano fiscal, rapidez de las administraciones, calidad de la regulación, fiabilidad de las instituciones, rigor en el cumplimiento de la ley, seguridad, equipamientos y, especialmente, claridad en las relaciones contractuales y celeridad en la actuación judicial.
Joaquín Trigo Portadela. Economista