Opinión

La economía mejorará cuando se vaya

Zapatero

Zapatero se ha metido en otro lío. La agencia de calificación Moody's eligió para rebajar la calificación de la deuda española y colocar su perspectiva en negativa el mismo día en que el Banco de España divulgó el informe sobre las necesidades de capital del sistema financiero.

El gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que en este asunto sigue la consigna de la vicepresidenta Elena Salgado, cifró en sólo 15.152 millones las necesidades de capitalización. Una cifra ridícula, y con la que se quería impresionar a los mercados en vísperas de la reunión del Eurogrupo el viernes.

Pero Moody's desbarató los planes del Ejecutivo al incrementar esta cifra a entre 40.000 y 50.00 millones en un escenario benigno y hasta 120.000 millones -casi diez veces más- en uno muy adverso. La anterior ocasión en que la agencia redujo la calificación de los débitos españoles se pactó el momento idóneo con el Gobierno y se dio a conocer con los mercados a punto de cerrar la sesión. Esta vez, el anuncio se produjo a primera hora de la mañana, justo cuando comenzaban las bolsas a funcionar, y en la peor jornada posible. ¿Hay algo detrás o es simple casualidad?

La causa es evidente. Zapatero odia a las agencias de calificación; las considera responsables de la crisis y desprestigiadas, porque no advirtieron de las hipotecas basura americanas. Hace unos meses, decidió abrir la guerra contra ellas llevándolas ante los tribunales. Una actitud cainita, que aplica a rajatabla su lugarteniente, Elena Salgado, a quien no se somete a sus criterios. Me recuerda aquellos versos de Antonio Machado sobre "Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora".

Salgado, presa de una mezcla explosiva de soberbia e ignorancia, no sólo está dispuesta a combatir las opiniones de las agencias de calificación en los tribunales, sino que el viernes decidió ampliar la denuncia contra Moody's. Los pocos que quedamos en la prensa libre ya estamos acostumbrados a sus ataques de ira.

El panorama se ha complicado súbitamente. El incremento de los tipos de interés previsto por Jean Claude Trichet para el próximo mes de abril va a restringir y encarecer drásticamente los créditos a empresas y familias. El conflicto de Oriente Medio elevó más del 20 por ciento el precio del combustible. Y la desconfianza en España va en ascenso.

El vaticinio de elEconomista se está cumpliendo al dedillo. El Banco de España, por orden de Salgado, descafeinó demasiado las exigencias de capitalización de las entidades financieras. Por ello, la cifra resultante es tan baja que, en lugar de servir para recuperar la credibilidad como pregona Zapatero, amenaza con desprestigiarnos más. Con los mercados de capitales cerrados a cal y canto, el desempleo en subida libre, y Merkel y Sarkozy empeñados en no soltar un euro a los países del Sur, no queda más remedio que seguir con las reformas y buscar dinero hasta debajo de las piedras.

Muchos economistas auguran ya otra subida del IVA después de las elecciones autonómicas y municipales, justo antes el verano, para poder cumplir con el objetivo de déficit de este ejercicio, que puede convertirse en inasequible a consecuencia del bajo crecimiento.

La reforma pendiente es desvincular los salarios de la inflación. Los sindicatos han encontrado un aliado inesperado, la patronal de Joan Rosell, para sorpresa de muchos empresarios. ¿Se atreverá Zapatero a legislar por decreto ley?

Sarkozy confesaba hace una semanas en una cena con empresarios su perplejidad por cómo los españoles reeligieron a un presidente que está hundiendo el país. Merkel tiene una opinión similar. Visitó España a petición de las empresas germanas asentadas aquí.

Y nosotros, pendientes del debate socialista sobre si debe seguir o no. En cualquier país serio, la cuestión no dudaría cinco minutos y aquí no se despejará en todo 2011. El mayor gesto que podía hacer por la economía es irse cuanto antes.

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