Alfredo Sáenz es uno de los mejores banqueros de España. Su trayectoria profesional es ejemplar. No se merece la mancha que acaba de arrojarle el Tribunal Supremo al condenarle a tres meses de arresto e inhabilitación para ejercer cualquier actividad bancaria por un delito de acusación falsa.
La sentencia se basa en un solo argumento -que nada se movía en Banesto sin el consentimiento expreso de su presidente- que supone un desconocimiento profundo de la gestión empresarial en una gran corporación. Las empresas no son un ejército, e incluso en éstos nadie supone que un centinela que se duerme lo hace por orden expresa del ministro de Defensa.
Pongamos la sentencia en perspectiva. Los hechos tuvieron lugar cuando el banquero defendía los intereses de los contribuyentes. Intervenido Banesto, el Banco de España encarga su administración a un equipo de los mejores profesionales con el doble objetivo de minimizar el coste fiscal y el impacto en la economía española. A ese propósito se dedica Sáenz con toda la voluntad, inteligencia y dureza, claro que sí, de las que es capaz. Una de sus instrucciones es recuperar el máximo de créditos fallidos.
El banquero fue informado de la interposición de la demanda contra los tres accionistas de la empresa Harry Walker a los que el banco consideraba -erróneamente, como ha quedado demostrado- responsables solidarios de la deuda con el banco.
Colegir de ese error que el presidente estaba al tanto de todos los detalles de la operación y que consintió, si no urdió personalmente, una denuncia falsa para ablandar a los afectados es un salto en el vacío que no se hubiera podido producir si no estuviese por medio la figura de Pascual Estevill, que contamina todo el proceso. Alfredo Sáenz no puede hacerse responsable de los problemas de la Audiencia de Barcelona ni ser condenado en base a un juicio de intenciones.
La justicia española tiene muchos problemas, algunos de ellos muy conocidos como la lentitud o la discrecionalidad. Yo puedo hablar de su carencia de conocimientos económicos, financieros y empresariales.
Carencia que llevó hace años al Círculo de Empresarios a organizar unos cursos de economía para magistrados en los que tuve ocasión de participar. Me sirvieron para ratificar ese desconocimiento y la voluntad de superarlo. No debimos ser buenos profesores, los cursos eran insuficientes o se han interrumpido. Porque, evidentemente, el desconocimiento profundo continúa.
La banca comercial española ha sido una de las grandes vencedoras de la crisis financiera internacional. Así lo reconoce unánimemente la comunidad académica, profesional y periodística en el mundo. Ha encarnado de manera ejemplar el proceso de modernización e internacionalización de la economía española.
Algún mérito le habrá de corresponder a sus gestores, entre los que Alfredo Sáenz ocupa un lugar destacado. No se merece esta condena. Ya sé que ahora toca denigrar a los banqueros. Pero otro gallo nos cantaría como país si hubiera más profesionales como este banquero.
Fernando Fernández. IE Business School.