No importa que los analistas se devanen los sesos intentando calcular el agujero de las cajas... Ayer, el Banco de España comunicó a 12 entidades millón por millón en cuánto deben aumentar su capital para cumplir con el decreto de reforzamiento del sistema financiero.
Por el momento, éstas tendrán que elevar sus requisitos de solvencia en 15.152 millones. Una cifra llamativamente precisa y, desde luego, bastante fácil de digerir. Sin embargo, ¿servirá para arreglar las cuentas y reabrir en algún momento el crédito? No lo creemos.
En el mismo día, las agencias de calificación ofrecían unos guarismos que chocaban de frente con los datos del supervisor español. Por un lado, Moody's nos rebajaba el rating argumentando, entre otras cosas, que estima unas necesidades para el sistema financiero que pueden oscilar desde los 40.000 hasta los 120.000 millones en el peor de los casos.
Por otro lado, Fitch barajaba cantidades entre los 38.000 y los 98.000 millones. ¿Cómo pueden discrepar tanto respecto al Banco de España? ¿Quién tiene la razón? La respuesta es sencilla: ambas partes.
El Banco de España tan sólo tenía que dictaminar la inyección que se precisa para mejorar los niveles de capital según los criterios del Gobierno... Y eso ha hecho. Ha vuelto a demostrar su connivencia con el Ejecutivo conformándose con unos requisitos de solvencia que lucirán en una foto, pero que no afloran los monstruos en el armario.
En cambio, tanto Moody's como Fitch valoran proyecciones de pérdidas del sistema financiero y, por tanto, cuánto hace falta para sanearlo de verdad.
Esto es, pretenden predecir en qué medida se han dado fondos que no se van a recobrar; cómo va a afectar a las cajas una economía que no repunta, con un 20 por ciento de paro y que ve en el horizonte una peligrosa alza de tipos y de materias primas; hasta qué punto pueden caer más pymes y, sobre todo, cuál será el deterioro de los activos en los balances de las entidades y si recogen unas tasaciones y apuntes en libros poco realistas -máxime teniendo en cuenta que las adjudicaciones en pago admitidas no son líquidas, como ocurre con el suelo-. De ahí que ayer Trichet pidiese a España más rigor especificando la carga del ladrillo.
Nuestro sistema financiero soporta una sustancial cantidad de dinero estancada en unos activos materiales sin salida. Y como ha sucedido durante toda la crisis, estas dudas sobre la solvencia degeneran con una rapidez inusitada en un problema de liquidez. Las entidades pueden acabar viéndose de nuevo excluidas por completo de la financiación mayorista.
El mercado elucubra, no se fía y aplicará un multiplicador bastante mayor a cualquier necesidad estimada. ¿O no recuerdan CCM y cómo se desviaron las cuentas del agujero final? Llegado ese momento, se requerirán inyecciones aún más grandes. Y semejante espiral es la que a toda costa debemos evitar.
Los 120.000 millones de Moody's se antojan quizás demasiado, pero el crédito concedido se duplicó de 1999 a 2007 desde los 900.000 hasta los 1,9 billones, casi dos veces el PIB.
Esta alegría con el grifo de los préstamos fue bien permitida, y ahora hay que limpiar los restos de la fiesta. Antes que terminar copando con una parte del sector financiero muy tocada, Gobierno y Banco de España deben promover un saneamiento contundente, incluso dejando caer todo aquello que no sea sistémico.
Nuestro caso no es el irlandés, pues nuestras entidades no tomaron tanto peso respecto al tamaño de la economía. Sin embargo, bien podemos dejar que los males se pudran igual que en Japón. Durante una década, su banca se ocupó más de sanearse que de impulsar la actividad. ¿La historia se repite?