Inasequible al desaliento, Jean-Claude Trichet volvió ayer a sacar de paseo el halcón que lleva dentro. Con la particular forma que tiene para hablarle a los mercados, el presidente del BCE mencionó la expresión "fuerte vigilancia", algo que los trichetólogos siempre interpretan como una subida inmediata de tipos.
Enseguida, los mercados fijaban el alza entre abril y mayo; el euro se disparaba; y la bolsa española fue la única que sufrió un fuerte castigo. ¿Alguien adivina a quién va a fastidiar más que a nadie semejante movimiento?
Dos elementos preocupan a Trichet . Por un lado, su aviso se centró en los precios de la energía y las tensiones en Oriente Medio. Si se extendiesen los problemas a Arabia Saudí o Irán, entonces el BCE no dudará en actuar. Por otro, el presidente del banco central alertó sobre la posibilidad de que se continúen vinculando al IPC las alzas salariales, lo que podría provocar una segunda ronda inflacionista más estructural y permanente.¿Se equivoca Trichet ?
Muy probablemente se haya precipitado. En la mente de todos está el craso error de 2008, cuando subió tipos pese a estar inmersos en la crisis financiera. Sin duda, se encontrará ansioso por una vuelta a la normalidad monetaria antes de su salida en octubre de la institución. Y hace acopio de argumentos con los datos que arroja Alemania, donde el consumo ayer alimentaba un círculo virtuoso: las exportaciones y la industria germanas tiran, se genera empleo y eso está empezando a verse en un consumo que retroalimenta el proceso.
Sin embargo, aunque el crecimiento sea fuerte y haya diversificado sus exportaciones hacia los emergentes, el crecimiento germano todavía es incipiente y depende del resto de países europeos. El euro podría revalorizarse frente al dólar afectando a las exportaciones... Y las expectativas de incrementos en los precios aún están ancladas a medio plazo. De hecho, para 2012 bajan del 2 por ciento, el límite máximo que establece el BCE para la inflación.
Por mucho que tan sólo sea un aviso para subrayar que no va a pasar ni una, esta señal de encarecimiento del tipo de interés puede desencadenar las expectativas del mercado y poner en marcha fuerzas que terminarían por contraer la economía e incluso dividir aún más Europa entre los países que crecen y los estancados.
Trichet exhibe demasiado miedo demasiado pronto a lo que pueda suceder en Oriente. Debe recordar que esta situación dista de los años 80. Ahora la liquidez es un bien escaso, y el propio BCE mantiene hasta julio las subastas de dinero a tres meses por cantidad ilimitada entre los bancos.
Trichet también se adelanta a los resultados de unas políticas fiscales restrictivas. Tendría que esperar hasta asegurarse de que los recortes no traen una segunda recaída. Si además se interviene Portugal, la incertidumbre estará servida.
Su mandato puede que sea el de controlar la inflación sobre todas las cosas, pero bien que se saltó las normas para asistir al sistema financiero y comprar puntualmente deuda pública estatal. No debería responsabilizarse de inducir otro entorno recesivo. En cualquier caso, España va a sufrir esto en sus carnes.
Tras continuados repuntes, el euribor pronto recogerá estas alzas y las primas de riesgo pueden volver a recrudecerse, elevando de nuevo el coste de la financiación de un sector privado muy endeudado.
Así, se esfumará la confianza que tanto reclama el Gobierno para el consumo y la inversión. En lugar de tanta ocurrencia, el Gobierno debe concentrarse en un segunda oleada de reformas más ambiciosas. No les queda otra. Se han quedado en medio del sandwich y el halcón puede merendárselos.