
El Tratado establece condiciones para ingresar en la Unión Monetaria Europea (UME), pero no contempla la posibilidad de que un país sea expulsado de ésta. Ahora bien, nada impide que un país decida salir de ella voluntariamente.
Y desde Alemania, mostrando un comprensible rechazo a la imprudente gestión de los asuntos económicos por parte de algunos socios poco serios, se ha amenazado en más de una ocasión con esta posibilidad.
La pregunta que hay que responder puede enunciarse del siguiente modo: ¿Le interesa realmente a Alemania abandonar la moneda única, en una huida hacia adelante de imprevisibles consecuencias para el proyecto europeo, pero de claras consecuencias inmediatas para su economía?
Participar en la UME está en estos momentos beneficiando sobremanera a Alemania. Esto es una obviedad, pero que quizá convenga aclarar para el gran público. Vamos allá.
Simplificando mucho, la cotización del euro en el mercado de divisas puede entenderse como una suerte de media ponderada de las cotizaciones que en el mismo tendrían, por separado, cada una de las monedas de los países que integran la UME.
Las turbulencias que se han producido en los mercados de divisas en los últimos tiempos, y que han puesto en el foco a determinados países europeos, habrían causado una enorme volatilidad en los mercados de divisas respecto de sus monedas, naturalmente en caso de que la moneda única no existiera.
Al existir el euro, la volatilidad cambiaria al interior de la UME se mantiene en el nivel 0; esto es, 1 euro = 1 euro. Pero se traduce, muy apaciguada, eso sí, en el mercado internacional de divisas. Así, las turbulencias han provocado un movimiento, mucho menos volátil, a la baja, de la cotización del euro frente a las demás monedas.
Este movimiento a la baja en la cotización del euro ha tenido como resultado un incremento de la competitividad alemana, al hacer sus productos más baratos en el mercado internacional de bienes y servicios.
De este modo, las exportaciones alemanas se han incrementado notablemente, y han empujado hacia arriba al conjunto de su producción, y en consecuencia su nivel de empleo? Y clara muestra de ello es la intensa búsqueda de mano de obra cualificada fuera de Alemania, en la que se han embarcado las empresas germanas en los últimos tiempos, lo que prueba la existencia de un nivel de desempleo no ya cero, sino negativo para ese tipo de trabajadores? Y ello pese a la crisis por la que atravesamos.
Pérdida de competitividad
Pero, ¿qué habría ocurrido en el caso de que no existiera la UME? ¿o de que, existiendo, Alemania no formara parte de ella? Sencillo: la moneda alemana se habría apreciado, mucho y volátilmente. No.
No es que se hubiera apreciado linealmente hasta alcanzar el equilibrio al que habría de conducir la confianza que el mercado otorga a Alemania. La evidencia de las crisis cambiarias muestra que, antes de llegar a ese equilibrio, la volatilidad hubiera producido una abultada sobrevaloración de la divisa alemana, muy por encima del nivel de equilibrio, que habría reducido dramáticamente su competitividad y, en consecuencia, le habría hecho perder una parte notable de la demanda en el mercado internacional de bienes y servicios.
Y también, que quede claro, en el mercado interior que el conjunto de la Unión Europea representa para Alemania, cuya demanda, una vez desligado Berlín monetariamente del resto, disminuiría en la medida en la que una moneda únicamente germana se apreciara con respecto a la(s) de los demás.
Y una vez finalizado el periodo de volatilidad, y con parte del mercado perdido difícilmente recuperable, el valor de equilibrio para una moneda alemana independiente se situaría en todo caso por encima del valor del euro, lo que consolidaría una pérdida de competitividad, una importante caída en el volumen de exportaciones (también de las realizadas a los demás socios de la Unión) y, en consecuencia, una caída en el PIB y en el nivel de empleo de Alemania.
Exigencias para los Estados
La existencia del euro garantiza el preciado bien de un mercado europeo verdaderamente único, razonablemente al margen de las estrambóticas fluctuaciones que, en los periodos de incertidumbre cambiaria, tienden a verificarse en los mercados de divisas. Y esto es algo muy positivo para todos los países que integran la UME.
Pero no es oro todo lo que reluce. El gran problema para un genuino mantenimiento del eurosistema consiste en la dificultad para enderezar la irresponsable gestión económica de los Gobiernos de algunos Estados miembros de la Unión Monetaria Europea que, apoyados en una malentendida soberanía nacional, incumplen sistemática- mente las obligaciones para con sus socios, y restan credibilidad al conjunto del Proyecto.
Por ello, y si se desea verdaderamente mantener una UME sólida y creíble, es indispensable reforzar las garantías del sistema en cuanto al cumplimiento por parte de todos los Estados que integran la UME de mantener unas cuentas públicas saneadas.
El mantenimiento de unas cuentas públicas saneadas, de manera continuada en el tiempo, sí podrá crear la confianza necesaria entre esos Estados para producir en un plazo prudente una unión monetaria no sólo nominal, sino plena, consolidada y tan evidente, normal y lógica para el conjunto de la ciudadanía como el aire que respiramos.
Javier Wrana. Economista. Fundación Ciudadanía y Valores.