Las ligerezas del ex presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, no tienen límites. Quiere su premio por hundir los beneficios de la entidad hasta dejarlos en menos de la décima parte de lo que eran. Pero ha topado con una cúpula que ha dicho no.
Tanto Blesa como el resto de agraciados por un programa de incentivos fabricado a medida pueden ir despidiéndose de los 25 millones en primas aprobados en 2007.
El consejo de administración de la entidad ha decidido al unísono no abonar esas cantidades a un ex presidente que depauperó la caja mientras se apuntalaba un retiro cada vez más dorado.
Es un ejercicio de prudencia por parte de Caja Madrid, de respeto al contribuyente que sufraga el Frob que la ha nutrido y, sobre todo, una lección para quienes usan sus puestos para el enriquecimiento propio.
