Por si no hubiera pocos problemas pendientes de solución en el sector eléctrico español, otro, y no menor, es el empecinamiento en aplazar cualquier decisión sobre el papel que la energía nuclear debe jugar en el sistema eléctrico.
El presidente del Gobierno ha declarado ser antinuclear. Como postura personal, es muy libre. Pero cuando se tienen responsabilidades de gobierno, las posturas personales deben dejar paso a la razón, al debate y a lo más conveniente para la nación.
El ministro del ramo, en cambio, mantiene una postura ambigua, que no se sabe muy bien si refleja lo que él piensa o lo que su jefe le impone. En cualquier caso, lamentable. La cuestión nuclear no debería estar guiada por la ideología o por los caprichos.
Se trata de un aspecto clave de estrategia nacional y de economía, con consecuencias de largo alcance sobre los precios de la energía, sobre la competitividad y sobre importantes sectores industriales.
Los opositores a la energía nuclear se han ido quedando sin argumentos a lo largo de casi cuatro décadas de lucha contra el uso pacífico de la energía nuclear, sin la cual nuestro mundo sería inimaginable. ¿Podemos prescindir de las aplicaciones de la energía nuclear en medicina, en agricultura, en la industria? ¿Tenemos alternativas? Sobre esto, los citados opositores guardan un pudoroso silencio.
Entonces, ¿por qué sigue habiendo oposición al uso de esa tecnología para generación eléctrica? Probablemente, por tratarse de una de esas banderas de juventud de una generación que se va quedando sin otras causas que defender.
Durante los dos últimos años, se ha venido produciendo un debate que el Gobierno habría querido evitar, y ahora trata de silenciarlo con dos nuevos argumentos sutilmente orientados en una nueva dirección.
El primero de ellos consiste en no negar que la electricidad de origen nuclear tenga las ventajas que sus defensores predican, sino en afirmar que hay un pero: existe un problema de aceptación social. Y esto lo dicen quienes durante décadas han fomentado activamente el rechazo social a esta energía. No cabe mayor sarcasmo. Sobre todo, cuando incluso históricos ecologistas se suman a quienes dicen que la energía nuclear es una parte necesaria de la solución a los problemas energéticos -y ambientales- del mundo.
El segundo argumento es aún más vacío. Simplemente, se dice que no es oportuno hablar de ello. Ahora no es el momento, porque no habrá que tomar ninguna decisión sobre la energía nuclear hasta mediados de la próxima década, por lo menos, aunque esta afirmación no viene acompañada de soporte argumental alguno.
Es cierto que en España existe coyunturalmente un exceso de capacidad de generación en el sistema eléctrico peninsular. Exceso propio de los ciclos de inversión en generación que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, desaparecerá rápidamente en cuanto se recupere la demanda.
Pero hoy hay dos razones más para no confiarse en ese exceso de capacidad. La primera es que el parque generador envejece rápidamente, sobre todo el de carbón y las viejas centrales de fuel-gas. ¿Es muy pronto para hablar de sustituirlas? ¿Hay que ignorar sus crecientes tasas de indisponibilidad por averías?
La segunda es que nuestro exceso coyuntural de capacidad tiene valor para la exportación a nuestros países vecinos, como viene ocurriendo en los últimos años. Si no, ¿para qué seguimos pidiendo que aumente la capacidad de interconexión con Europa a través de Francia? En 2010, España ha tenido el mayor saldo neto exportador con Francia de los últimos 30 años.
Todo esto significa que sí es el momento de hablar de las decisiones que habrá que tomar más bien pronto que tarde. Porque para poder contar con nueva generación nuclear es preciso dar pasos que requieren tiempo.
En primer lugar, los principales partidos deben ponerse de acuerdo sobre el marco jurídico estable que asegure que las inversiones se llevan a cabo sin temor a moratorias ni a decisiones arbitrarias. A continuación, serán necesarias reformas regulatorias para que los procesos de licenciamiento sean ágiles y no se eternicen y, para ello, que el Consejo de Seguridad Nuclear disponga de los recursos necesarios para llevar a cabo esos licenciamientos de nuevos diseños de centrales nucleares.
Luego hay que decidir cuál va a ser el procedimiento de autorización administrativa de nuevas centrales. Por fin, las empresas que deseen construirlas deberán iniciar los trabajos para elegir los diseños y suministradores, los emplazamientos, y para asegurar la financiación.
¿Cuánto tiempo se necesita para todo esto? Quienes dicen que no es el momento evidentemente ignoran la experiencia de las anteriores generaciones de centrales nucleares españolas. Y la más reciente de otros países que ya han decidido retornar a la energía nuclear. O quizá no.
Quizá se trata de no hablar de ello ahora para que mañana sea ya tarde y conseguir así lo que no se podrá lograr con un debate abierto, con datos y argumentos.
De hecho, desde 1991, con el último Plan Energético, la prospectiva y la planificación en España se han situado siempre en un horizonte de una década, con lo que no cabe en ella ninguna opción tecnológica ni estratégica que requiera un tiempo superior de maduración o de ejecución. Así, la energía nuclear no entra nunca en los análisis o, lo que es lo mismo, a efectos prácticos, no existe.
En España, estamos cometiendo dos graves errores. El primero, caer en una permanente autocomplacencia. El segundo, dedicar demasiado tiempo y demasiado esfuerzo a hablar del pasado. En una nación sana, rectamente organizada, siempre es el momento de hablar del futuro.
No hay nada más importante que hablar de lo que debemos hacer para crear riqueza y bienestar, para tener una economía más sólida y una sociedad unida en torno a los asuntos de interés común, y no permanentemente dividida y a merced de falsos argumentos so capa de banderas políticas.
Por eso, éste es el momento de hablar de energía nuclear para preparar el futuro. Porque cuando alguien decida que es el momento, ya será tarde. El futuro se nos está escapando entre las manos.
Pedro Mielgo. Ex presidente de Red Eléctrica.