Cuando pudo evitarlo, en 2006, el PP apoyó el estatus especial de las pensiones de los parlamentarios.
Sin embargo, a Mariano Rajoy no le ha causado el más mínimo rubor hacer populismo fácil el pasado fin de semana y vender que luchará contra ese privilegio que les permite cobrar el total de la pensión tras pasar 11 años en las Cámaras.
Su demagogia alcanzó cotas insospechadas. Por fundada que pueda ser esta repentina pretensión de igualdad social del líder popular, que cambia lo antes defendido por el partido, lo cierto es que afecta a un colectivo reducido y su impacto en las cuentas no es desmesurado.
Dada la gravedad de los problemas que aquejan a España y la magnitud de las reformas necesarias, debería dedicarse a lo más serio y urgente en vez de entregarse al electoralismo en estado puro.