La desconfianza de los mercados hacia la economía española -reflejada por la prima de riesgo de la deuda pública (250 puntos básicos) y el precio de los CDS o seguros de impago (alrededor de los 300 puntos básicos)- viene arrastrándose durante demasiado tiempo por la falta de credibilidad de las medidas anunciadas, todavía insuficientes, o la no adopción de otras que nuestras autoridades no han querido o no se han atrevido tomar.
Muchos factores de desconfianza: un crecimiento plano, una tasa de paro del 20 por ciento, un mercado laboral rígido que no permite crear empleo (sin reformas substanciales ni siquiera enunciadas), unos desequilibrios macro en proceso de corrección (déficit fiscal y por cuenta corriente), racionalización de las administraciones públicas, sistema de pensiones no viable, etc.
A todos ellos hay que añadir un sistema financiero bajo sospecha por la problemática exposición de ciertas entidades al sector de la promoción inmobiliaria y la necesidad de continuar su proceso de desapalancamiento.
Si queremos salir del círculo vicioso en el que estamos e iniciar uno virtuoso, debemos encarar de frente el problema. El que a mi juicio tiene mayor urgencia de resolución es el de unos mercados que no tienen confianza en que los fondos propios de algunas entidades financieras (que, por extensión, perjudican al sistema) sean los adecuados a los activos de riesgo que soportan (capital) y que cuenten con una estructura de pasivos líquidos a corto y largo que les permita hacer frente a los vencimientos a un coste sostenible (liquidez).
En la banca sajona y gran parte de la occidental, las pérdidas por deterioro de activos afloraron rápidamente y de una sola vez porque la exposición al riesgo problemático o fallido se materializó en títulos valores, y al aplicar la regla del mark to market, el activo que noteníamercado (comprador) no tenía valor (write off) o había que reducirlo (write down).
En España, el problema está centrado en el riesgo del crédito al sector promotor, y las provisiones y afloración de pérdidas han seguido el calendario del Banco de España de dos y seis años, según la tipología de activos. Es decir, el problema aflora a remolque de los plazos que nuestro banco central tenía establecidos.
Además, la mora contable, hoy del 5,68 (dato de noviembre de 2010, último disponible) incluye los activos con retraso en el pago de intereses de más de tres meses y aquellos subestándar en los que hay indicios de problemas de recuperación, pero no se extiende a los activos adjudicados o recibidos en dación en pago, y podría argumentarse también, a ciertos activos reestructurados sin visos reales de llegar a buen fin.
El Banco de España inició en 2010 un ejercicio de reclamación de mayor transparencia y rigor, al unificar el calendario de provisiones a un año, y de penalización de la permanencia de inmuebles en balance en más de dos años con una provisión del 30 por ciento (según valor de tasación con algunos ajustes).
En banca, capital y liquidez son conceptos estrechamente ligados. Muchas veces, aunque hay excepciones, los bancos tienen problemas de liquidez porque el mercado percibe que no tienen capital o éste es insuficiente; de hecho ya se ha anunciado que en el próximo stress test, previsto para esta primavera por la ABE (Autoridad Bancaria Europea) se va a valorar el capital, y en paralelo la liquidez, con mayor rigor que el de las pruebas efectuadas en mayo del pasado año.
En ese ejercicio de transparencia que debe eliminar dudas, el Banco de España va exigir que el sistema haga un desglose pormenorizado de su exposición a los diferentes sectores -incluida la situación de los activos inmobiliarios en balance (adjudicación y dación en pago) y la valoración de los mismos en los procesos de fusión e integración (SIP y fusión convencional)- y que se efectúe un esfuerzo extraordinario de provisiones, aunque ello afee la cuenta de resultados -asumo que el limite para algunas entidades será no entrar en pérdidas-.
En el stress test de julio de 2010, se detectaron necesidades de recapitalización de 2.000 millones para las cajas que no pasaron la prueba. Cabe esperar que el déficit de capitalización que aflore ahora sea muy superior. Y ahí viene el reto: la recapitalización debería hacerse acudiendo a los mercados nacionales o extranjeros, sin sacrificio del contribuyente, utilizando las cuotas participativas con derechos políticos.
Sin embargo, la estructura societaria de las cajas y de los SIP (figura que existe en la normativa comunitaria) es muy difícil de entender y, en mi opinión, no tendrá demanda.
La alternativa es la entrada del Frob -para eso se creó- y debería hacerse con el instrumento de capital que tiene máxima capacidad de absorción de pérdidas (éste es uno de los ejes principales de Basilea III).
Si queremos que las dudas, muchas veces injustificadas, se disipen, ésta es la solución que tendría credibilidad en los mercados, máxime cuando hay que pasar el examen público de un test de estrés muy riguroso como el que se va a aplicar a la eurozona, o por el FMI a Gran Bretaña, Suecia y Luxemburgo.
Enrique Pérez-Hernández. Profesor del IEB.