El tripartito catalán fue un pésimo trasunto de la Santísima Trinidad: tres personas distintas y ningún dios verdadero. Era un clamor que aquel desgobierno actuaba a modo de Reinos de Taifas donde cada consejería era un cortijo y la acción conjunta, una quimera. Se repartieron las poltronas como señores feudales y operaban en consecuencia.
Las elecciones pusieron a aquel sin-gobierno en su lugar: en la puñetera calle. Y el magnífico resultado de CIU no fue debido tanto a su propia excelencia como a la completa falta de credibilidad que para el electorado de izquierda merecían Esquerra, el Partido Socialista e Iniciativa.
Pues bien, el nuevo Gobierno de Mas ha tenido la virtud (extraordinaria, visto lo visto) de decirnos la verdad: que Cataluña se encuentra con un agujero negro económico que significa, nada más y nada menos, un auténtico riesgo de quiebra. Que el déficit de la Generalidad es mayor del previsto. Que incluso los catalanes podrían enfrentarse a una situación de región intervenida, a modo de Grecia o Irlanda. Que la catastrófica gestión del tripartito no era sólo política sino económica ya quedó claro en aquella obscena emisión de deuda pública al ¡¡7,75 por ciento!!, y que fue ampliada sucesivamente visto el éxito de compradores? lo que significaba que lo importante era ingresar en presente y dejar el pago (el marrón de futuro) al siguiente Gobierno de CIU.
El presidente Mas ha recortado en un 25 por ciento los altos cargos, reduciendo puestos y gastos y apuntando directamente a la orgía de empresas públicas y culos bien aposentados en cargos generosamente remunerados. Y, no se sabe ya si escarnio o coña marinera, el PSC denuncia estas medidas como "más simbólicas que reales" y poco efectivas.
De aurora boreal, ellos hacen el agujero y a quien peor o mejor lo trata de reparar se le critica por incompetente.
Algo así como denunciar las camareras en top-less de un bar? que antes habían gestionado como prostíbulo.
Javier Nart es abogado.
